Los orígenes del surf


(PD/Agencias).- El rey Kelly Slater, ganador en ocho ocasiones del campeonato del mundo, no lo sabe quizá, pero le debe mucho a James Cook. Este marino británico descubrió Hawai y fue, en 1779, el primer europeo que vio a un hombre desafiar al océano sobre una enorme plancha de madera de koa.

Este marino británico descubrió Hawai y fue, en 1779, el primer europeo que vio a un hombre desafiar al océano sobre una enorme plancha de madera de koa.

Esta prueba era en aquellos tiempos un rito local, social y religioso que tenían que realizar los pretendientes al trono. Los misioneros y demás colonos, que no bromeaban con la moral, lo prohibieron en el siglo XIX por considerarlo indecente, ya que sus adeptos lo practicaban muy ligeros de ropa.

Fue necesario esperar hasta 1900 para que Duke Kahanamoku, nativo del archipiélago y medalla de oro en natación en los Juegos Olímpicos de 1912 bajo los colores del Tío Sam, relanzara la disciplina multiplicando las demostraciones en California. La mejora del material y la aparición del «hot curl model» contribuyeron a democratizar este deporte aún más.

Los nuevos prototipos eran estrechos, menos pesados y estaban hecho de contrachapado y, lo más importante, estaban dotados de alerones que permitían hacer frente a las olas al revés.

A partir de 1945, la fibra de vidrio, la resina y el poliéster se empezaron a utilizar de manera habitual gracias a la iniciativa de un inventor genial, Bob Simmons.

No obstante, las sirenas de Hollywood alteraron un poco la filosofía de una práctica cuyos adeptos aspiraban prioritariamente a saciar sus deseos de libertad y de comunión con el elemento acuático.

El cine y sus compañías con medios financieros extraordinarios instalaron sus cámaras en Malibú e hicieron que atletas casi desconocidos hasta ese momento alcanzaran el rango de estrellas de cine. Estos adoptaban en el agua un estilo teatral y poco natural a los ojos de los puristas, que preferirían volver a los orígenes y replegarse en Hawai para domar esas majestuosas montañas de mar y en primer lugar la famosa Pipe-Line.5Poco importa, la moda se afianzó.

Los patrocinadores no se equivocaron y decidieron invertir en un sector en pleno desarrollo que continuaba atrayendo al público. En 1964 se creó un campeonato del mundo, que lo ganó el australiano Midget Farrely.

Los mejores surfistas cabalgaban las «short board evolution» con unas proporciones minimalistas y perfectamente aerodinámicas.

El progreso no impidió que el espíritu de mayo del 68 se extendiera por las playas, donde la ley y los reglamentos puntillosos no estaban al orden del día.

Dieron la prioridad a la aventura, a los viajes, a las experiencias diversas y variadas, a menudo incluso en paraísos artificiales.

Pero todo cambió rápidamente y el negocio volvió a imponerse definitivamente con la creación de un circuito profesional en 1976, en el que Australia se consagró una vez más como campeona a través de la persona de Peter Towned. La federación francesa se fundó en 1964 y desde entonces se esfuerza por desarrollar un deporte que aún no figura en el programa de los Juegos Olímpicos.

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