Los eurodiputados socialistas españoles están «atónitos» con El País

(PD).- Elena Valenciano y Emilio Menéndez del Valle, diputados socialistas del Parlamento Europeo, se quedaron ojipláticos leyendo El País. «Escribiemos este texto para manifestar nuestra perplejidad y malestar en relación con ‘Predicar en Bruselas’, a propósito de la visita del presidente del Gobierno al Parlamenteo Europeo«. Sus señorías aclaran: «El presidente no tuvo que llorar sus penas, queda claro, en bar de Bruselas alguno

Ambos eurodiputados socialistas rubrican una carta al director de El País que dice así:

Escribimos este texto para, con todo respeto, manifestar nuestra perplejidad y malestar en relación a El acento publicado (30-11-07) con el título Predicar en Bruselas, a propósito de la visita del presidente del Gobierno al Parlamento Europeo. Quisiéramos hacer los siguientes comentarios:

1. Que el hemiciclo no estuviera lleno responde, sobre todo, a la consigna dada por el Partido Popular español al PPE.

2. Verdad es que Verhofstadt, Juncker o Prodi, cuando comparecieron, hallaron un hemiciclo con más diputados. Pero entonces nadie -y desde luego no nosotros, socialistas- propagó consigna alguna para no acudir al hemiciclo. Al contrario, nosotros creemos que hay que escuchar a todos los invitados.

3. En el Predicar en Bruselas que comentamos, literalmente se afirma que «tampoco los demás grupos (empezando por los socialistas) se distinguieron por su interés». Es incierto. El presidente del Grupo Liberal, Watson, tercer grupo de la Cámara, recibió positivamente el discurso del presidente Zapatero y el presidente de nuestro Grupo, Schulz, tras una interesante intervención, se dirigió a Mayor Oreja -quien de forma poco elegante había hablado en lugar del presidente de su grupo, señor Daul- para decirle que los socialistas, cuando en breve comparezca en el mismo hemiciclo el primer ministro conservador de Suecia, a diferencia de los populares, estaremos en nuestros escaños para escuchar lo que tiene que decir sobre Europa, al igual que hemos hecho siempre con todo tipo de mandatario, por respeto al país, al pueblo que representa y al Parlamento Europeo.

4. Se dice que el presidente Zapatero «se encontró con duras críticas a la política migratoria y ecológica de su Gobierno». Lo que no se dice es cómo, acertadamente, demostró en la réplica que las mismas carecían de fundamento.

5. Incompresiblemente se escribe que el presidente «pasó de puntillas, más allá de las consabidas banalidades sobre lo que piensa de Europa». No hay más que leer el discurso -disponible en Internet (www.la-moncloa.es)- para percatarse de lo impropio de este aserto.

6. Atónitos nos hemos quedado al leer que «Zapatero guardó los folios y se fue, no se sabe si irritado por la descortesía de las euroseñorías, porque no trascendió que explicase luego sus penas en algún bar español de Bruselas al calor de un buen vino leonés».

Estamos seguros de que EL PAÍS sabe que tras su larga presencia y actuación en el hemiciclo, el presidente del Gobierno acudió a la sede del Consejo. Allí se reunió con los 1.500 españoles de todas las ideologías (parlamentarios, asistentes y funcionarios de todas las instituciones europeas) invitados a la recepción organizada por el Gobierno de España.

7. Por cierto, el presidente Zapatero no solamente no abandonó el Parlamento «irritado», sino que antes de trasladarse al Consejo tuvo el elegante gesto de cruzar el hemiciclo para estrechar cortésmente la mano a los diputados populares Mayor Oreja y Galeote, intervinientes ambos en el debate.

El presidente no tuvo que llorar sus penas, queda claro, en bar de Bruselas alguno. Nosotros, en cambio, manifestamos aquí nuestra pena y tristeza al leer el último párrafo, que textualmente reza: «Mención aparte para el Parlamento Europeo, cuyos miembros, en su gran mayoría, han dado ya antes abundantes pruebas de inoperancia que desprestigian la institución».

Flaco favor hace tal comentario a las instituciones y al ideal europeísta, que tanto han servido a España y a los españoles, bajo cualquier gobierno. Tal aserto está bien lejos de la realidad pues la mayoría de los miembros del Parlamento Europeo y éste en cuanto institución se esfuerzan para contribuir a que la Unión Europea cumpla la doble tarea de impulsar el bienestar de los ciudadanos europeos y contribuir con su solidaridad activa a lograr o mejorar el de aquellos que no lo son y que no gozan de nuestros derechos, libertades y calidad de vida.

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