(PD).- Cuando en la redacción del diario El Mundo se quería resaltar la escasa perspicacia de alguno, era común usar la frase: «Fíjate si será tonto, que anda convencido de que Pedrojota es su amigo». El director de El Mundo no es un periodista de principios o fidelidades. Va a lo suyo y por eso no es raro que recurra este domingo en su larga epístola a un momento señalado en la historia del ciclismo, para comparar a Rajoy con Poulidor: «el eterno perdedor».
De todas las cosas que le han dicho a Mariano Rajoy en las últimas semanas, quizá la que más le duela es la comparación que lanza Pedrojota Ramírez en su artículo dominical: nada menos que con Raymond Poulidor, el perdedor por excelencia de la historia del ciclismo. Como es conocido, al líder popular le encanta ese deporte, del que ha sido comentarista ocasional en los medios de comunicación, así que entiende perfectamente por dónde van los tiros.
Y los tiros van por la ascensión al Puy de Dôme en el Tour de Francia de 1964. Fue un duelo mítico entre Jacques Anquetil, que lograría su quinta victoria en la carrera francesa, y Raymond Poulidor, el eterno segundón: hizo ocho podios (tres segundos y cinco terceros) entre 1962 y 1976, sin lograr jamás que La Marsellesa sonase en París en su honor.
Ramírez sólo nombra a Rajoy en el primer párrafo para recordar que entonces él tenía 12 años y el presidente del PP sólo 9, «una diferencia suficiente, a esa edad, como para que él, tan forofo del ciclismo, esté comportándose últimamente como si nunca hubiera llegado a enterarse del profundo significado de lo que aquella tarde sucedió allí». Así que te lo voy a explicar, chaval, parece decir el director de El Mundo como si hubiesen vuelto al patio del colegio y un mayor quisiese lucirse ante un pequeño.
La pugna entre los dos legendarios ciclistas es explicada en términos que tienen traslación política inmediata: Anquetil «era el paladín de la Francia urbana que pedaleaba hacia la modernidad… Exhalaba la seguridad en sí mismo de quien cree haber nacido para ganar»; Poulidor representaba «la Francia municipal y campesina… Era mediterráneo y menestral, abnegado e indolente, ocurrente y peleón».
En un momento dado, Poulidor tuvo ese 12 de julio casi noqueado a Anquetil, pero inopinadamente cambió de táctica: «Ya no habría más demarrajes, no más golpes bruscos destinados a noquear rotundamente al adversario. Ahora se trataba de intentar ganarle a los puntos, manteniendo un tren constante en la escalada y dejando que el desgaste y el paso del tiempo hicieran el resto. Frente a la consistencia de los valores verdaderos -apunta Pedrojota, señalando donde quiere señalar- el ídolo de barro caería por su propio peso».
No fue así, y aunque en la cima Mariano Rajoy sacó algunos segundos a José Luis Rodríguez Zapatero, fue éste quien se llevó el Tour. Porque de eso se trata: de recordar que Poulidor «era un gran tipo lleno de buen sentido, pero también algo gandul», y que pretendía ganar la vuelta a Francia como quien pretende «ganar unas elecciones a base de una participación baja y gracias a una ley que bonifica hasta tal punto a determinadas circunscripciones que con menos votos se pueden obtener más escaños que el rival».
Porque «entre ambos existía una barrera psicológica. Anquetil era un ganador y Poulidor no lo era. Por eso a la hora de la verdad se había arrugado y no había ido a por todas. Y 100 veces más que se enfrentaran, sucedería lo mismo… Poulidor nunca tuvo un problema de aptitud sino de actitud».
Y como los tiros, decíamos, van por donde van, Pedrojota remata su artículo recordando que lo único que ganó Poulidor en su vida fue justo una Vuelta a España, ese mismo año, preparada casi para él, sin rivales de altura: «La carrera partió de Benidorm, muy cerquita de Valencia», es la última frase del artículo, apuntando que Rajoy puede ganar el Congreso que se celebrará en junio en la capital del Turia, pero nunca el Tour, esto es, La Moncloa.
