El Confidencial de Cacho se ríe del concepto de libertad de expresión de Pedrojota

El Confidencial de Cacho se ríe del concepto de libertad de expresión de Pedrojota

(PD).- El juicio que se sigue contra Losantos, por injurias graves contra Gallardón, «ha derivado en una lección magistral acerca de la libertad de expresión y la censura impartida por ese honoris causa en la materia llamado Pedro J. Ramírez«. En esta caso es Juan Carlos Escudier, desde El Confidencial, el que recuerda que «Ramírez puede presumir de ser el único director de periódico al que el Tribunal Constitucional ha condenado por vulnerar la libertad de expresión de un periodista de su medio«.

Jesús Cacho y sus periodistas no están dispuestos a dejarle pasar una a Pedrojota Remírez. Mientras el director de El Mundo trata de explicar que el caso de su amigo Losantos es una vulneración a la libertad de expresión, desde El Confidencial le escriben al periodista riojano:

«Da gusto escuchar al director de El Mundo hablar sobre estos asuntos tan principales porque se nota que sabe un rato y, además, se pone estupendo y cita al descuido a columnistas del New York Times tan liberales como él para apoyar sus siempre bien fundadas opiniones.

En su biografía lo oculta, posiblemente por modestia, pero Ramírez puede presumir de ser el único director de periódico al que el Tribunal Constitucional ha condenado por vulnerar la libertad de expresión de un periodista de su medio, lo que explica su hondo conocimiento acerca de este derecho fundamental, así como de sus límites y sus transgresiones. Cuando alguien como él nos habla de libertad de expresión lo hace con la misma pasión que un entomólogo usaría para referirse a las cucarachas y con similar erudición. Y eso merece un respeto.

A tenor de lo anterior, surge la primera conclusión: Losantos, por ejemplo, puede afirmar que el ABC da pelotazos inmobiliarios para desviar las plusvalías a paraísos fiscales, puede llamar “rata” a un colega o afirmar muy convencido que los dirigentes de Esquerra son “pistoleros no arrepentidos”, porque todo ello, incluido llamar “hijo de Satanás” a Gallardón constituyen simples escaramuzas o, en su defecto, ardides radiofónicos para mantener la tensión en seis horas de programa. Pero si un periodista de El Mundo opina en una tertulia de televisión que el responsable del periódico ha hecho todo lo posible para vulnerar el derecho de huelga de los trabajadores y afirma que ha utilizado furgones policiales para sacar los ejemplares del diario de la rotativa, se le debe impedir volver a esa tertulia para evitarle los madrugones».

Y escribe Escudier con ironía:

«Hay que proteger la libertad de expresión, pero sólo la de los periodistas que saben expresarse, esencialmente Ramírez y Losantos, una pareja de hecho deontológicamente pura. La Constitución no lo dice –se supone que por economía del espacio- pero cuando recoge este derecho ampara únicamente a los profesionales mejor informados y más ricos».

«Nos tiene que entrar en la cabeza que en este envite nos jugamos el sistema democrático y que su defensa ha de ser tan contundente como la que el director de El Mundo ha hecho de esa piscina de Mallorca construida en suelo público de la que es propietario, un símbolo hídrico de la unidad de España amenazada por el independentismo rampante. Nótese aquí cómo un tema personal sirve de acicate a la libertad de expresión, manifestada en decenas de páginas de periódico dedicadas a las supuestas corruptelas del ex diputado de Esquerra que osó entrar en la bañera de Ramírez con un meyba de indiscutible mal gusto. La defensa del derecho no quedó ahí: el periodista visitó ministros e hizo que su alberca fuera contemplada in situ por destacados políticos de la oposición para que certificaran la calidad de sus aguas y se libraran a un tiempo de su libertad de expresión. Como culminación, Ramírez llevó al malandrín de Esquerra a los tribunales como sólo él sabe hacerlo: haciendo que el periódico costee el pleito».

Y concluye:

«De todos los males que aquejan hoy a la libertad de expresión, quizás el principal haya sido la irrupción de Internet. Antes las cosas funcionaban relativamente bien. Con unos miles de millones se montaba un medio de comunicación y la gente rica y de bien era libre para expresarse, porque es sabido que los menesterosos no tienen nada que decir. Ahora, el sistema se tambalea porque cualquier sujeto te monta una página web y te suelta sus tonterías. Y Losantos tiene que insultar para mantener su audiencia. Y Ramírez tiene que defenderle. Y los dos querrían que ganara el PP para que les montara un grupo multimedia, pero Gallardón es un traidor y Maricomplejines Rajoy otro. Y así nos va».

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