Aragonés, el bobo de Hortaleza

Aragonés, el bobo de Hortaleza

(PD).- Siempre con la misma historia. Desde Eto’o, a Raúl, el técnico madrileño ha protagonizado desplantes con algún jugador en casi todos los equipos que ha entrenado. Ahora le ha tocado el turno a Torres, una historia que viene de su etapa en el Atlético de Madrid y que rompe la sintonía del grupo en el peor momento.

Al poco de comenzar la segunda parte del partido contra Rusia, el cuarto árbitro señalaba el cambio. ¿El elegido? El mismo de siempre: Fernando Torres. Las cámaras, omnipresentes, captaron su sustitución; no hacía falta leerle los labios para darse cuenta del enfado del jugador. Aragonés tendió una mano al aire mientras Torres, con su soberano cabreo, tiraba la sudadera el banquillo.

Un mal gesto, no cabe duda, y Torres lo sabía; por eso reconoció sus errores en la zona mixta.

A nadie le gusta que le cambien, pero la verdad es que el equipo no notó el cambio. Se marcaron dos goles más y no hay nada más que decir. Es una decisión técnica y hay aceptarla. Si Luis tiene algo que decir, que lo haga.

No es una novedad, ya en su etapa como rojiblanco, Torres tuvo que ‘sufrir’ a Luis Aragonés. En cerca de setenta partidos que jugó el delantero madrileño a las órdenes de Aragonés, fue sustituido en la mitad. En la selección no ha cambiado la racha: de los cuarenta partidos que ha jugado, Luis Aragonés le ha sustituido en 22 y sólo ha podido completar once partidos.

Nada justifica la actitud del delantero madrileño. Cualquier otro entrenador le hubiera soltado una reprimenda en privado o dejarle en el banquillo en siguiente partido. Pero Luis no es así, tiene que estar por encima del bien y del mal. El técnico quiere tener la última palabra y, en rueda de prensa, justificó la actitud de Torres al tiempo que avisaba: «Esto no quedará así».

En la selección, ahora hay malestar. Aragonés ha abierto una vez más la veda y muchos temen que se repita la situación del Mundial cuando sus malos modos provocaron un motín en el vestuario que acabó pasando factura a la concentración del grupo. Después del perdón de Torres, en manos de Luis estaba zanjar el asunto. Pero tenía que poner la nota discordante y sacar esa chulería que le caracteriza. Ya veremos si pasa factura.

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