El Mundo de Pedrojota le da una buena tunda a La Vanguardia

(PD).- Tiene razón el diario El Mundo, cuando subraya que la desfachatez consiste en negar la evidencia. En un editorial a toda página en el que arremetía contra el Manifiesto por la lengua común, La Vanguardia sostenía este domingo que en Cataluña no existe «acoso al castellano».

Añadía el diario catalán de referencia que «los castellanohablantes no sufren ninguna merma de derechos en el trato con los funcionarios públicos ni en la rotulación de carreteras, calles y edificios».

Las pruebas de lo contrario son tan flagrantes, que ni merece la pena enumerarlas.

La rotulación oficial de la Generalitat y la mayoría de los ayuntamientos vulnera sistemáticamente el bilingüismo, al utilizar en múltiples ocasiones el catalán en los carteles, edificios públicos y señales de tráfico o de información al ciudadano.

Sólo algunos ayuntamientos y, por supuesto, la Administración Central del Estado rotulan en castellano y catalán.

Aunque las denuncias sobre la discriminación del español en Cataluña se han centrado en el sistema de inmersión lingüística que establece el catalán como única lengua vehicular de la enseñanza, un simple paseo por las calles de las ciudades catalanas y por las carreteras sirve para deducir que el problema afecta también a otros ámbitos de la vida cotidiana.

A este estado de cosas se ha llegado gracias a la aplicación sectaria de un artículo de la Ley de Política Lingüística en el que se obliga a rotular indicaciones y señalizar servicios «al menos en catalán».

Las administraciones gobernadas por el PSC, CiU o ERC han sustituido el «al menos» por el sólo en catalán.

Ello es especialmente grave en las provincias de Girona y Lérida, donde todos los rótulos de las calles, las indicaciones turísticas y los anuncios municipales se facilitan únicamente en catalán.

Tal y como denunció hace días la Mesa del Turismo, esta situación supone un «grave daño» para los intereses turísticos, ya que dificulta objetivamente las cosas.

Sostienen los contrarios al Manifiesto que el español no está amenazado en Cataluña porque sigue siendo el idioma predominante.

Ello hace especialmente grave la vulneración del bilingüismo por parte de las administraciones, puesto que está afectando a los derechos de la mayoría de los catalanes, que utilizan el español en su vida cotidiana.

La Vanguardia dice también que el Manifiesto es una operación de «los medios que desataron una intensa campaña contra el liderazgo de Mariano Rajoy».

Y le contesta El Mundo en su editorial de este lunes:

Al margen de que pedir democracia interna en un partido sea algo muy diferente a eso, desconocíamos que intelectuales como Fernando Savater, Castilla del Pino, Vargas Llosa, Antonio Elorza o diarios como el Abc -que recoge como nosotros adhesiones al Manifiesto- habían «desatado una campaña contra Rajoy».

Más bien nos parecía lo contrario. Es más. Habida cuenta del entusiasmo y la rapidez con los que la cúpula del PP se sumó al texto, cabría concluir que el propio Rajoy participa en la «campaña» contra sí mismo.

En efecto, como dice la respetable cabecera centenaria de Barcelona, «esta actitud, en buen castellano, tiene un nombre: desfachatez».

La desfachatez de los que se empeñan en negar un problema visible para todos los demás. La desfachatez de quienes en nombre del bilingüísmo aplauden sistemáticamente su vulneración.

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