«España no puede conformarse con un catecismo de buenas intenciones»

«España no puede conformarse con un catecismo de buenas intenciones»

(PD).- Cómo están en El País; PRISA se desangra y la guerra del fútbol le ha supuesto una estocada en su maltrecha economía. Por eso no perdonan una y aprovechan cualquier excusa -aunque la presente así lo merece- para presentarles sus ‘respectos’ al Gobierno.

El plan de Sebastián marcará época; no tanto por su efectividad de las recomendaciones como por lo insensato del asunto. En apenas treinta consejos -la mayoría fuera de su competencia, el ministro de Industria pretende que los españoles ahorremos más y, de paso, retrotraernos a la Edad Media.

Por eso El País, que no desperdicia una; carga sin contemplaciones contra el ministro, a quien no le ha acompañado ni la buena suerte ni el sentido común. En su editorial ‘Un plan de juguete’, el diario que dirige Javier Moreno asegura que «difícilmente puede calificarse de Plan de Ahorro un rosario semejante de medidas dispersas».

De todas las propuestas (y muchas de ellas no son competencia directa del ministerio, es decir, son meras recomendaciones), la más eficaz, y no lo es mucho, es la de limitar un 20% la velocidad de acceso a las grandes ciudades y en las vías de circunvalación (ésta es de las que no son competencia suya), similar a la que ya se aplica en Cataluña.

Para El País, «un país en el que el consumo de energía eléctrica no deja de crecer año tras año y la dependencia del petróleo importado ronda el 85% no puede conformarse con un catecismo de buenas intenciones desarrollado en 31 píldoras inocuas, propias del manual de instrucciones de un electrodoméstico».

Es lógico suponer que Industria conoce la patente ineficacia del plan, así que sólo cabe deducir que reconoce que las medidas más serias para reducir el consumo de energía tienen un coste político que el Gobierno no está en condiciones pagar.

El ministro se contradice cuando anuncia que estamos ante el tercer shock del petróleo y, al mismo tiempo, presenta un plan de ahorro que en ocasiones roza la puerilidad. Si quiere ahorrar energía de verdad, dispone de políticas de precios para desincentivar el consumo, de capacidad de negociación para recomendar que se cierre el centro de las ciudades al tráfico o que se articule un sistema de auditorías energéticas que prime la eficiencia en la producción.

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