(PD).- Durante meses han callado, en el mejor de los casos, o, en el peor, han arremetido contra todo aquél que se atrevía a decir que las cosas venían malas. Ahora han virado en la estrategia. Ni siquiera Gabilondo puede negar que hay crisis, que la economía está hecha unos zorros. Pero hay que salvar como sea al líder. La culpa: EEUU y el «liberalismo». ¿Y Zapatero o Solbes no tienen ninguna responsabilidad?¡Shuuuuuuuu!
Iñaki Gabilondo por fin habla de economía. Después de meses guardando riguroso silencio, el coro mediático del Gobierno socialista ya sabe por dónde tirar.
“El nerviosismo financiero no se detiene. Las actuaciones públicas de rescate se suceden pero los mercados son un manicomio, la desconfianza se ha instalado en el sistema. En estas circunstancias es ridículo seguir creyendo que estamos ante una mala racha, que acabará y que regresaremos -con más o menos moratones- a la situación anterior. Tal cosa es imposible, para empezar, porque cuando se sale de un túnel nunca se está en el lugar en el que se entró sino en otro distinto y, para continuar, porque el modelo económico vigente ha fracasado”.
Se preguntó el periodista de Cuatro “si cabe fracaso mayor del liberalismo que estas nacionalizaciones de los gigantes financieros, en los mismísimos Estados Unidos”.
“Se está desplomando como se desplomó el comunismo en 1989. Bearn Sterns, Fannie Mae, Freddie Mac, AIG, son como pedruscos derribados del Muro de Berlín liberal”.
Y concluye el de PRISA el editorial de su informativo:
“Aquí, en España, el presidente de la CEOE ha dicho -agárrense- que debería «hacerse un paréntesis en la economía de libre mercado». Sí, han oído bien. En fin, estamos ante un fin de trayecto, no dimos la importancia debida a los síntomas que anunciaban la locura, el pinchazo de la burbuja tecnológica en el año 2000, el caso Enron. Especulación, humo, voracidad… el pensamiento dominante, crecer y crecer hasta el infinito, no está en las leyes de la realidad, ni en las de la física, pero es el primer dogma de nuestra economía. Pues bien, se acabó, así que no importa tanto cuándo saldremos del túnel, sino donde estaremos y hacia dónde nos tendremos que dirigir. Esta crisis es mucho más que económica y no se podrá encerrar entre paréntesis para volver atrás”.
El pistoletazo de salida lo daba Felipe González en El País: “El capitalismo no se contrapone al comunismo, por extinción de éste, sino que se mira en su propio espejo y constata que la imagen que le devuelve es fea y fuera de control”.
Y Enric Sopena le coge el guante en El Plural:
¿Estamos ante el fin de una larga época de delirio neoliberal, que algunos gurús se habían apresurado a canonizar con desbordante fervor?
Mientras nuestra bulliciosa lideresa nacional, Esperanza Aguirre, anuncia que privatizará el Canal de Isabel II –o sea, la empresa que gestiona el agua de los madrileños, después de advertir que deseaba también privatizar Telemadrid, y ya ha privatizado al máximo la enseñanza y la sanidad pública [deteriorándolas gravemente], resulta que, en efecto, la imagen del capitalismo es “fea”. Casi tan “fea” como lo era en aquella Inglaterra de explotación de los parias de la tierra -incluidos mujeres y niños-, que describiera Charles Dikens en el siglo XIX. Y además ciertamente el capitalismo “está fuera de control”.
¿Quién controla el capitalismo? Apenas lo puede controlar el poder político democrático. Nos han intoxicado durante más de dos décadas -sobre todo coincidiendo con la caída del muro de Berlín y, por ende, del comunismo soviético-, y nos han comido el tarro propagando las excelencias del llamado libre mercado. Nos han reiterado que la socialdemocracia, por ejemplo, era una antigualla y que sus fórmulas conducían al desastre. Que las nacionalizaciones eran letales para le economía y que la iniciativa privada fomentaba la riqueza de los pueblos.
Javier Valenzuela, igual, se preguta en su blog personal: «¿Y si la izquierda estuviera ganando la batalla de las ideas?»
