Y al segundo día resucitó Sergio García en el Masters de Augusta

Y al segundo día resucitó Sergio García en el Masters de Augusta

(PD).- Un Sergio García desconocido, genial, brillante en casi todo, con una inusual confianza en sí mismo en Augusta, dio el gran salto en la segunda jornada del Masters y se colocó sexto a cinco golpes de los líderes, los estadounidenses Campbell y Perry.

El castellonense dio el golpe en el Masters cuando nadie, ni él mismo, lo esperaba. Con un drive mucho más largo, un juego sin apenas fallos en las calles y los mejores putts de su cosecha, Sergio se ha ganado el derecho a soñar con su primer grande. Su resurrección le sitúa entre los candidatos a la famosa chaqueta verde.

Subraya Juan Morenilla en El País que la transformación de Sergio García fue de pies a cabeza. El día anterior había penado por el verde, echándole como de costumbre las culpas al campo por tejer una conspiración contra él.

Pero de pronto algo se encendió en su cabeza y el jugador gris resultó imparable pese al viento que azotó la jornada. Nada asegura que no vuelva ahora a su versión de Mr. Jekill, pero de momento rompió un duro muro en Augusta: no pasaba el corte desde hace tres años, desde 2004 no bajaba del par, y sus 67 golpes del viernes son su segunda mejor ronda, precisamente desde los 66 de hace cinco años, cuando acabó cuarto.

Sólo el estadounidense Anthony Kim, con 65, fue ayer mejor que él. Y hasta pasó por delante a Woods, que acabó el día con dos bajo el par y con los deberes por hacer.

Tres birdies en los últimos cuatro hoyos lanzaron a Sergio García. En el par tres del hoyo 16, su bola tocó la bandera y luego celebró un gran putt de cinco metros.

Fue la señal de que era un jugador diferente al de la primera jornada. Por primera vez en muchos años, Sergio no jugaba contra el campo. Y hasta se marcó un drive de 280 metros. «Al principio de semana ni pensaba pasar el corte. Ahora tengo más confianza, estoy más suelto con el swing y he metido buenos putts. Curiosamente, cuanto más complicado está el campo, mejor se me da», dijo El Niño.

García fue la estrella española en un día de sombras. Jiménez, «no tan fino» como en el estreno, superó un corte que no lograron derribar ni Olazábal ni Álvaro Quirós. Con pegarle duro no basta, habrá aprendido al menos Quirós, un nuevo fenómeno para los seguidores estadounidenses, maravillados porque deben seguir su bola con prismáticos.

Vaya drives, sí, increíbles, los más poderosos del torneo -una media de 293 metros durante la primera jornada; Woods hizo 250-, pero Augusta es mucho Augusta. Después de un inicio de cine (birdie y un eagle desde el bunker en el hoyo dos), la efervescencia de Quirós se diluyó en una retahíla de bogeys para acabar con +9.

El gorro de cowboy, su planta de vaquero, su drive brutal, le auguran días buenos en Estados Unidos, donde su imagen ha subido como la espuma. Pero Pepín Rivero, su entrenador, aún tiene por delante horas de trabajo con el putt, el punto débil de un titán de 1,90 metros (el cuarto jugador más alto en Augusta).

«Qué pesadilla, no me quedan ganas de volver. No he estado nunca en el torneo. Tengo que entrenar la cabeza, coger confianza, no se puede jugar cuando no crees en los golpes que pegas», admitió.

«Aprenderás a cogerle el gusto al campo», le dijo Olazábal, otro que las pasó canutas. Después de su lección del primer día, y de una notable primera vuelta, se descentró en la segunda (acabó con +2, de nuevo eliminado).

«Me he quedado a las puertas por culpa de cuatro golpes malos», lamentó. Después de una primera vuelta de 35 golpes, se hundió con 40 en la siguiente. En cualquier caso, lo suyo fue toda una lección de sufrimiento.

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