Angel Cabrera gana el Masters de Augusta y devuelve la gloria a Argentina

Angel Cabrera gana el Masters de Augusta y devuelve la gloria a Argentina

(PD).- Hay deportistas que conocen la gloria desde la cuna, grandes estrellas con trato de dioses. Tiger Woods es el ejemplo. Algunos luchan toda su carrera por un instante mágico que nunca llega. Y quién mejor que Kenny Perry, el héroe trágico al que ayer se le esfumó la oportunidad de su vida.

Y otros encuentran el éxito en la confortable madurez, caso de Ángel Cabrera, el jugador argentino que ganó el Masters de Augusta y saldó una deuda histórica con su país: hace 41 años, su compatriota Roberto di Vicenzo perdió sus opciones de luchar por el saco verde -como llaman en Argentina a la chaqueta de ganador- por un error de otro jugador en la anotación de los golpes en su tarjeta.

Cabrera se impuso a Perry y Chad Campbell en un triple desempate después de acabar la jornada con 276 golpes, y consiguió el segundo grande de su carrera después del Open de Estados Unidos de 2007 (curiosamente, sus dos únicas victorias estadounidenses han sido dos majors).

Enamorado del fútbol como todo argentino que se precie, Cabrera habría terminado en las categorías inferiores de Talleres de no ser por su vecino. Caddie del Club de golf de Córdoba desde los 10 años, Andrés Romero, que vivía a dos manzanas del joven, le vio posibilidades a su juego e invirtió su propio dinero para convertirle en profesional a los 20 años. No se equivocó.

‘El Pato’ ha seguido los pasos de los más grandes en Argentina y tras su victoria en el US Open de Oakmont Hills en 2007, Roberto de Vincenzo le regaló una pequeña chaqueta verde enmarcada para cuando conquistara el Masters de Augusta. Esa fecha ha llegado y Argentina, y sudamérica, ya tiene un ganador en Augusta, aunque a Cabrera le costó sangre, sudor y lagrimas conseguir su segundo grande.

En Augusta no partía entre los favoritos al título. Nadie le descartaba, pero tampoco contaban con él. A diferencia de la escasa rentabilidad que Anthony Kim le sacó a sus 11 ‘birdies’ en la segunda jornada, los ocho que Cabrera logró entre jueves y viernes le sirvieron para jugar el fin de semana tranquilidad. Con los 69 golpes del sábado (-3 en el día) se aupó al liderato compartido. Y con los nervios de la jornada final…

Si Chad Campbell y Kenny Perry pasaron inadvertidos durante más de la mitad del recorrido, Tiger Woods y Phil Mickelson estaban inmersos en una lucha contra los números de la pizarra. Sus denodados intentos por presionar a los líderes dieron alas a los espectadores, aunque estos no soñaban despiertos. Tanto el de Cypress como el de San diego llegaron a colocarse con -10, ‘Mr. Birdie’ incluso fue colíder con -11.

Pero la diferencia era abismal. La mayor remontada de la historia del Masters de Augusta data de 1956, cuando Jack Burke Jr. levantó una diferencia de ocho impactos. Tanto Tiger como Mickelson partían con una desventaja de siete y, evidentemente, algún fallo tendrían. Los de Mickelson: bola al agua en 12, fallo con ‘putt’ para ‘eagle’ de metro y medio en el 15 y fallo con ‘putt’ para ‘birdie’ en el 17. Los de Tiger: todas las salidas con el ‘drive’, excesivamente tendente a la derecha y que le hizo perder más de un golpe. Al final, espectáculo para los aficionados y frustración para ellos. Se veía venir.

Pero cuando ellos terminaron, empezó la verdadera pelea por vestir la chaqueta verde. Cabrera firmó ‘birdies’ en los hoyos 13, 15 y 16. Campbell, en el 12, en el 13 y en el 15. Y Perry, en los hoyos 12, 15 y 16. Un marcaje tan férreo que al de Kentucky le entró el miedo a ganar cuando contaba con dos golpes de ventaja. Dilapidó su renta de con ‘bogeys’ en el 17 y en el 18 y tiró el torneo en el segundo hoyo del ‘playoff’. Demasiados regalos como para que Cabrera no aprovechara su gran oportunidad.
Como escribe Juan Morenilla en El País, Cabrera simboliza la casi extinta estirpe del caddie convertido en jugador, un hombre a quien tuvieron que dejar dinero para jugar al golf, que apenas sabe inglés, un ancla con los jugadores del pasado en la época de golfistas de laboratorio.

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