«Filtraciones Garzón», «Angustias Financieras Prisa» y «Pálpitos Euroluis»

(PD).- «Mi intuición periodística me dice claramente que no». Esa fue la respuesta de Luis Herrero cuando, en un coloquio en el Club Siglo XXI junto a la socialista Elena Valenciano, le preguntaron sobre una posible inclusión en la lista del PP a las europeas.

Como subraya Manuel R. Ortega en su Brújula de los Medios, para eso no hacía falta intuición periodística. Blanco y en botella, que decía aquél.

Regañado con la disciplina de partido, contemplado con estupor y enfado por muchos de sus compañeros y debiéndole el cargo al favor personal de José María Aznar, el propio Herrero ha acabado reconociendo que «quien entra en una lista a dedo, pueda salir a dedo». De la lista, se entiende.

También a dedo han debido salir las filtraciones recibidas por El País sobre Francisco Camps y sus conversaciones con El Bigotes. Obviemos, por vergüenza, el contenido de las conversaciones. Eso es accesorio.

Lo esencial es quién ha entregado la transcripción de unas grabaciones que ni siquiera han sido admitidas en el sumario de la Gürtel. En este caso, está claro que la fuente sólo puede proceder de un sitio: el Ministerio de Interior.

¿Tendrá algo que ver que el Fouché de Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba, lleve años y años siendo considerado uno de los hombres de Prisa en el PSOE? ¿Veremos más capítulos de este tipo a medida que se vayan acercando unas europeas que hacen sudar a unos cuantos en Gobierno y PSOE?

Mientras tanto, sigue la resaca del EGM. Otros que andan sudando son los señores de Vocento, que entre ERE´s, guerras intestinas –según parece, incluso entre los amiguísimos consejeros áulicos del consigliere jefe– y los resultados de Punto Radio no ganan para disgustos. Más que nada porque incluso una cadena como Radio Marca les pisa los talones. «A sólo 7.000 oyentes», publicaba El Mundo.

Por cierto, aprovechando que el Tajo pasa por Valencia, habría que recordar –ante el futuro- que una gran parte de las emisoras de Radio Marca pertenecen a Onda Cero, estando cedidas con una serie de condiciones como no hacer competencia a sus programas de referencia. En caso contrario, la cadena de Planeta podría ejecutar su opción y volver a recuperarlas.

Y por último un asunto extraño. Hace unos días, la Policía de Evo Morales abatía a tiros a tres «mercenarios» de «extrema derecha», según la terminología del líder indígena, que pretendían atentar contra su vida y separar una de las provincias del país. Esa es la historia oficial.

Porque lo cierto es que el caso ha desatado una gran polémica, pues apesta a manipulación y a ejecución. De hecho, el propio Morales ha tenido que salir al paso ante el enfado de Hungría e Irlanda, países de los que los asesinados tenían la nacionalidad.

Uno de ellos es un viejo conocido en la tribu periodística española de principios de los 90: Eduardo Rózsa Flores. Ejercía como corresponsal de La Vanguardia en la guerra de la ex Yugoslavia. Con la peculiaridad de que decidió cambiar la máquina de escribir por el fusil y acabó al mando de un contingente de voluntarios internacionales en el Ejército croata.

Tan pintoresco personaje acabó poseyendo las nacionalidades de Bolivia, Hungría (donde, tras convertirse al Islam, llegó a ser el vicepresidente de la comunidad musulmana) y Croacia (en este país no olvidaron, pese a su conversión al Islam, los servicios prestados en la lucha por la independencia). Después se dedicó durante años a apoyar despliegues humanitarios por medio mundo hasta que recaló recientemente en Bolivia. Y luego acabó pasando lo que ya hemos narrado.

El problema para Morales es que tras su muerte ha aparecido una cinta grabada por un periodista húngaro que deja al descubierto que de mercenario, nada. Simplemente había acudido como voluntario. El hombre tenía un cacao mental de impresión, a juzgar por una visita a los sitios que gestionaba. Pero de «terrorista» en plan Chacal, poco o nada.

Por cierto, olvidaba mencionar que el irlandés estaba maniatado. A eso se le llama ejecución, ¿no?

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