Si en lugar de tomar partido, quebrar el secreto sumarial y dar por hecho que el presidente Camps había cometido un delito se hubieran dedicado a hacer periodismo y a informar de los hechos, ahora no tendríamos que aguantar la patética pataleta de El País, disfrazada de santa indignación y celo democrático.
Como los jueces no han dictaminado como quería El País, ahora toca decir que su sentencia huele a iniquidad («El archivo de un cohecho») porque «la investigación acreditó» el delito. ¿Acreditó? Por favor. ¿Quién decide si un delito está probado o no? ¿El diario o los jueces? En democracia prefiere uno fiarse de los jueces.
Y lo peor de todo es que la prensa que había tomado el partido contrario (El Mundo, ABC, etc.) y ha procurado ocultar el embrollo ahora se las da de imparcial. Gracias a todos ellos salimos perdiendo los ciudadanos y el periodismo. Mientras, los políticos pícaros se mandan un festín a nuestra costa.
Otra vez. Qué vergüenza.
A ver qué pasa mañana con las portadas. Puede ser peor.