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Fútbol: los 10 ‘streakers’ más descarados que se han lanzado al campo

El más famoso del mundo, aunque hace tiempo que no tenemos noticias suyas, es Mark Roberts un streaker nacido en Liverpool y conocido internacionalmente por interrumpir varios eventos internacionales (en su mayoría deportivos) al correr desnudo.

El interés de Mark por el streaking empezó en 1993 tras ver a una mujer en la misma situación saltando al terreno de juego en un partido de Rugby 7 disputado en Hong Kong.

Tras apostar en un bar a que sería capaz de hacerlo, al día siguiente se presentó desnudo en el local.

Según un artículo del Daily Telegraph, Roberts ha pasado toda su vida en el paro y sin subsidio por desempleo, por lo que hizo del streaking su profesión.

Pues hay muchos más hinchas dispuestos a ponerse en pelotas y comenzar a correr por el césped, por el subidos de adrenalina que conlleva ser vitoreado por millones de fans y perseguido por los guardias, de todos los sexos, con distintas habilidades y en distintos deportes, como podéis ver en el vídeo.

¿Qué lleva a una persona a ponerse en riesgo a cambio de unas cuantas risas fáciles y un minuto de efímera fama?

Los fanáticos del streaking afirman con ironía ser herederos de una tradición que empieza con Adán y Eva, continúa con los juegos olímpicos de la antigua Grecia y llega hasta Lady Godiva, de quien se dice cabalgaba melena al viento como su madre la alumbró.

Pero el verdadero origen está en los Estados Unidos, donde nació como desafío a la escrupulosidad protestante.

Algunos estudiantes universitarios de Carolina del Sur pusieron de moda en 1974 celebrar todo tipo de actos retozando desnudos por los campus en nombre de la libertad sexual. La costumbre se extendió por universidades, eventos deportivos y hasta manifestaciones políticas. Lejos de ser un aire pasajero, el streaking engrosó sus filas y hazañas cada año, sobre todo en los países anglosajones.

Entre los casos más famosos figuran Robert Opel, que apareció detrás del actor David Niven en la ceremonia de los Oscar de 1974, Melissa Johnson, que asaltó por primera vez el verde de Wimbledon en la final masculina de 1996, o Brynn Richard Reed, el intrépido que se paseó junto a la ventanilla del Rolls Royce de Isabel de Inglaterra durante la conmemoración de su jubileo.

En todos los casos, la prensa relata las peripecias con guasa y benevolencia.

De Reed, por ejemplo, Time Magazine llegó a decir que probablemente le había hecho a la reina el mejor regalo de todos:

«La oportunidad de avergonzarse por alguien distinto a sus propios hijos».

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