Un joven acepta 7 años de cárcel por dejar hemipléjico a otro al que confundió con una persona que le robó en Valencia

Un joven ha aceptado este jueves en la Audiencia Provincial de Valencia cumplir una pena de siete años de prisión por agredir a otro con una barra de acero y dejarle hemipléjico –pérdida de la capacidad de movilidad en la mitad del cuerpo–. El acusado, que ha reconocido los hechos, le confundió con otra persona que le había robado un mes antes, según ha comentado en declaraciones a los medios de comunicación el abogado de la acusación particular.

Inicialmente, el ministerio fiscal y la acusación particular pedían para este joven, que en el momento de los hechos tenía 24 años, una pena de 11 años y medio de prisión por un delito de asesinato en grado de tentativa, aunque luego se ha llegado a un acuerdo con la defensa por el que se ha rebajado la pena hasta los siete años de cárcel.

Para acceder a esta disminución de la pena, las partes han contemplado que el acusado sufría en el momento de los hechos una disminución de sus capacidades intelectivas y volitivas por la ingesta de alcohol y drogas, algo que se ha utilizado como un atenuante.

Además de esta condena, el joven no podrá acercarse a la víctima en un periodo de ocho años, y deberá indemnizarle con 626.400 euros por las lesiones, secuelas y el daño moral causado. Además, tendrá que pagar a la Conselleria de Sanidad 57.555,36 euros por los gastos médicos.

El abogado de la acusación ha explicado a los periodistas que el acusado confundió a la víctima con otra persona que al parecer le había robado un mes antes de los hechos. Como consecuencia de las lesiones causadas, ha indicado que su cliente no podrá acabar la carrera de arquitectura y necesitará atención permanente por parte de su familia, «todo por culpa de un descerebrado que lo que buscaba era matarle», ha dicho, y ha lamentado que «ya no será la misma persona».

El padre de la víctima también ha indicado, en declaraciones a los medios de comunicación, que el año en que tuvo lugar la agresión, su hijo estaba a punto de terminar la carrera de arquitectura y había conseguido una beca Erasmus para irse a París, algo que no pudo realizar. Además, ha señalado que su mayor pasión era la música, en concreto, tocar la guitarra, pero ahora, al tener impedida la mano izquierda, tampoco puede hacerlo. «Su gran ilusión se le ha fastidiado para toda la vida», ha lamentado.

El incidente tuvo lugar en la madrugada del 29 de noviembre de 2008, sobre las 5.00 horas, cuando el acusado, que iba de copiloto en un vehículo, vio a través de la ventanilla a una persona a la que creyó reconocer como la que le robó un mes antes. En ese momento estaba en la Plaza de la Legión Española de Valencia.

El joven le indicó al conductor que detuviera el coche y cogió una barra de acero utilizada para cambiar las ruedas, de medio metro de largo. Salió y abordó por la espalda a la víctima, de 29 años, que caminaba desde la plaza hasta su domicilio, ubicado en las proximidades.

«GOLPES VIOLENTOS»

La víctima no pudo percatarse de la intención del acusado, que de forma súbita e inesperada le dio reiterados y extremamente violentos golpes dirigidos directamente a la cabeza. Esta cayó al suelo y desde allí el acusado insistió en su propósito de acabar con su vida y continuó golpeándole. Uno de los testigos ha declarado en la vista que le dio un golpe «fortísimo» en la cabeza.

El acusado cesó de golpear a la víctima ante la presencia de unos ciudadanos que se acercaron al lugar para socorrerla. El procesado se marchó del lugar en el mismo vehículo en el que había llegado, sin que su conductor se percatase de los propósitos ni de los hechos cometidos por su compañero, según recoge el relato del ministerio fiscal.

Como consecuencia de la cantidad de golpes que recibió en la cabeza, la víctima sufrió un traumatismo craneoencefálico que lo dejó inconsciente hasta su ingreso en el hospital, donde entró en coma y estuvo así durante cinco días. Posteriormente necesitó reanimación y estuvo 333 días en tratamiento para estabilizarse.

Como secuelas, la víctima sufre una hemiplegia izquierda, epilepsia generalizada bien controlada, un trastorno depresivo reactivo y un perjuicio estético relevante. Estas consecuencias le suponen una minusvalía física tal que requiere necesariamente la ayuda de una tercera persona para realizar la mayoría de actividades de la vida diaria.

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