Baloncesto

La dura vida de Gabriel Deck: “Tuve que limpiar autobuses y recoger alfalfa para ayudar en casa”

El argentino, uno de los nuevos en el Real Madrid, conversa con ABC sobre sus orígenes humildes y cómo ha trabajado para llegar hasta la antesala de la Final Four

La dura vida de Gabriel Deck: “Tuve que limpiar autobuses y recoger alfalfa para ayudar en casa”
Deck RS

Es sin duda uno de los jugadroes clave en el equipo, pero también de los más queridos por la afición. Gabriel Deck (Colonia Dora, 1995) no es el típico jugador argentino. Al menos, fuera de la cancha. Ahí le cuesta sacar las palabras, porque él es más de hablar dentro de la pista, donde se siente cómodo y muestra todo su potencial. Un jugador atípico que se ha hecho un hueco muy rápido en los esquemas de Pablo Laso. Antes de fichar por el Real Madrid nunca había jugado fuera de Argentina. Un reto que aceptó encantado, aunque con miedos. Temores que ha despejado en apenas unos meses, adaptado totalmente al país y al club, según recoge Emilio V. Escudero en ABC.

¿Qué tal ha sido su llegada a España?

Al principio tenía muchas dudas, porque nunca había salido de Argentina para jugar en un club, pero como aquí me han recibido de la mejor forma, eso lo ha hecho todo más fácil.

¿Y cómo se vive en Madrid?

Muy bien. Muy tranquilo. Me gusta la gente, que te habla y te acepta muy rápido. En Argentina no es tan sencillo, porque quizá la gente no es tan abierta. La verdad es que no puedo quejarme de nada, porque soy muy feliz en España.

¿Se parecían a esto sus sueños de niño?

No lo sé, pero sí que se ha cumplido ese sueño, porque estoy en uno de los mejores clubes de Europa y eso era lo que siempre quise. Al principio no me imaginaba esto, pero es un privilegio y una satisfacción poder estar aquí.

En un país que vive por y para el fútbol, ¿por qué salen tan buenos jugadores de baloncesto?

(Se ríe). Sí, es verdad. Llama la atención. Están saliendo muchos buenos jugadores y muchos están llegando a Europa. Puede que ver esa salida, mirarse en el espejo de los que hemos salido y hemos llegado aquí, anima a los jóvenes a trabajar para conseguir lo mismo. Aunque el fútbol sea lo primordial y lo seguirá siendo.
«El año pasado veía la Euroliga por televisión y hoy soy parte del equipo. Quiero ayudar a repetir el título»

¿A usted cómo le picó el gusanillo de la canasta?

De niño, como todos, a lo que jugaba era al fútbol. Era lo que más me gustaba, pero mi hermano, que hacía baloncesto, empezó a animarme para ir a jugar con él. Al principio no quería, pero insistía siempre y poco a poco me fue gustando más. Luego, hasta veía los partidos en casa de un amigo y me entretenía intentando imitar a los buenos. Aun así, compaginaba el baloncesto y el fútbol, que a mí me seguía gustando.

¿Y a qué edad decide que el baloncesto va a tirar más que el fútbol?

Con 13 o 14 años, cuando vino la gente del Quimsa a nuestro pueblo a reclutarnos y decidimos que queríamos ir a jugar con ellos. Era el club que nos gustaba a los dos. Soñábamos con ir ahí, con ver un partido, y que nos viniera a buscar. Era un sueño, así que nos fuimos los dos a la capital, a Santiago del Estero.

En casa sería un golpe muy duro veros marchar a los dos…

Claro. Fue una decisión difícil. Hubo muchas dudas en casa, porque de mis padres, uno quería y el otro no. Al principio los extrañábamos mucho. Teníamos mucho contacto diario, porque ellos pensaban que no nos íbamos a adaptar y al final ya va para casi diez años que vivo ya fuera de casa. A mis padres les costó al principio que nos fuéramos. Estaban pendientes todo el día. Luego ya se acostumbraron y menos mal porque no volvimos más a vivir allí de seguido.

¿Dónde creció Gabriel Deck?

En un pueblito muy chiquito de Argentina. Colonia Dora es un pueblo del interior, cerca de Santiago del Estero, al norte del país. Es un pueblo pequeño, de 5000 o 6000 habitantes donde nos conocemos todos. Es un sitio muy tranquilo, donde uno busca la tranquilidad. Quizá por eso he salido yo así de tranquilo…

¿Y cómo era el sitio dónde empezó a jugar al baloncesto?

En un lugar muy, muy humilde. Muy precario. Aunque siempre buscábamos la forma de hacerlo lo más real posible. Teníamos una canasta detrás de casa, con el piso de tierra. Recuerdo que teníamos que regar la cancha antes de empezar para que se compactara la tierra y botara la pelota. Después sí que íbamos al club, al Mitre, que tenía una cancha mejor, pero los mayores no nos dejaban jugar casi nunca. Luego ya empezaron a vernos jugar y nos fueron haciendo un hueco. Pero era detrás de casa donde más disfrutábamos. Donde crecimos de verdad. Un lugar muy humilde donde tratábamos de sacar lo mejor de nosotros mismos.
«La primera cancha que jugué era de tierra. Teníamos que mojarla antes para que la pelota botara»

¿Qué siente cuando vuelve allí?

Mire, cuando vivo algún gran momento dentro del baloncesto, cuando veo dónde estoy ahora, me acuerdo siempre de aquellos ratos en la cancha detrás de casa. Siempre lo tengo presente y es lo que me impulsa y me ayuda a tener los pies en la tierra cada día.

¿Cómo recuerda su infancia?

Muy humilde. Mi padre era agricultor y se dedicaba a la alfalfa y mi madre era ama de casa y limpiaba en diferentes casas. Luego entró en una empresa que se dedicaba a limpiar autobuses y ahí entramos con ella mi hermano y yo. Limpiábamos los autobuses para poder poner un plato en la mesa. He hecho de todo. Porque además de limpiar, ayudaba a mi padre en la alfalfa y también hice de pintor, de tapizador… de todo para ayudar en casa.

¿Fue duro irse de allí?

Claro, porque lo dejas todo por un sueño. Dejas atrás a las amistades de toda la vida, a tu familia y todo lo que conoces para ir a un lugar donde todo es extraño. Éramos muy jóvenes y eso lo complica todo.

¿Cuándo empezaron a llamarle «tortuga»?

Eso fue un día, estando con unos amigos en una habitación en la que hacía mucho frío porque estaba muy fuerte el aire acondicionado. Yo estaba tapado con la sábana hasta los ojos y empezaron a decirme que parecía una tortuga y hasta hoy. También ayudó que yo siempre me tomo las cosas con mucha calma fuera de la cancha. Soy un tipo tranquilo, así que me viene bien el apodo.
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¿Recuerda la llamada del Madrid?

Mi agente venía hablando con el club de hace tiempo, pero no había nada concreto hasta que un día vino y me dijo que estaba todo hecho. Que vendría a jugar a Madrid. Fue un momento muy grande, porque esa noticia no la tiene uno todos los días.

¿Ha sido complicado adaptarse al baloncesto europeo?

Pensé que me iba a costar muchísimo más. Venía con las expectativas de ver cómo iba a ser todo, pero me he adaptado muy bien. No se me ha hecho difícil estar concentrado durante todo el tiempo que estoy en la cancha. Pensé que eso iba a ser lo peor, pero creo que me estoy adaptando bien.

El año pasado veía la Euroliga desde fuera y ahora es usted uno de los protagonistas. ¿Se le hace raro?

Es algo increíble. El año pasado lo veía por televisión y hoy soy parte del grupo y el equipo. Quiero aprovechar esta oportunidad, estar bien y ayudar a repetir ese título europeo del año pasado.

¿Da miedo el Panathinaikos?

No. Miedo no da. Es muy equipo duro, muy físico, con grandes jugadores, pero tenemos que enfocarnos en lo nuestro y por ahí será todo más fácil.

Al menos, tienen el factor cancha. Solo han perdido dos partidos ante su público en la Euroliga…

El apoyo del público es muy importante en esta clase de eliminatorias. Pero la clave es cometer pocos errores y tratar de hacer bien las cosas sin mirar más allá de cada partido.

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