Quique: "No estoy nada descontento con la plantilla, a pesar de haber estado muy incómodos en defensa"
El técnico del Atlético de Madrid, Quique Sánchez Flores, apuntó, tras la derrota de su equipo (2-3) frente al Real Madrid, que «el equipo tiene las alarmas encendidas» ya que sigue inmerso en puestos de descenso.
«La situación es la que es. El equipo está con las alarmas encendidas, pero con lucha, pelea, garra y desgaste tenemos que sacar los próximos partidos adelante y comenzar a escalar posiciones»
Además, el preparador madrileño habló sobre la reciente eliminación en Champions que afectó mucho al equipo y a la entorno.
«Entregar uno de los títulos por los que luchamos, complica más las cosas»
INCÓMODOS EN DEFENSA
En relación a la leve mejoría del juego del equipo, Quique comentó que queda «muchísimo», pero que no está «nada descontento» con la plantilla a pesar de haber estado «muy incómodos en defensa».
El entrenador rojiblanco explicó la suplencia del ‘Kun’ debido a la sobrecarga que sufrió en el partido del martes pasado frente al Chelsea donde anotó dos goles.
«El ‘Kun’ ha jugado 45 minutos, pero ha terminado muy dolido. No estaba para jugar todo el partido y he decidido sacarlo tras el descanso después de ir con dos goles en contra»
ATLETICO 2 – 3 REAL MADRID
El Madrid se dio un paseo durante una hora ante un rival que no le exigió y al que le endosó un 0-3, pero acabó sufriendo tras los tantos de Forlán y Agüero (2-3).
Kaká marcó a los cuatro minutos y reavivó los complejos del equipo rojiblanco, que volvió a fallar en defensa y que tendrá que seguir esperando para romper el maleficio de no ganar al Madrid en una década.
Se pudo ver la mejoría de Sergio Ramos hasta que el sevillano fue expulsado por derribar a Agüero cuando el argentino encaraba a Casillas (m. 65).
Xabi Alonso recuperó su mejor perfil y hasta Kaká se quitó las telarañas para abrir el marcador con un gran disparo con la derecha desde fuera del área en una jugada que se inició en un error de Cléber.
Era el minuto cuatro y la certificación de que el guión en el Calderón no cambia. Con el mismo equipo que ante el Getafe y Milán, con la incorporación de Garay por el sancionado Albiol, el Madrid caminó por el encuentro con una gran solvencia.
Enfrente, el Atlético quedaba para lo que pudieran hacer Simao y Reyes por las bandas porque su centro del campo no existía y Forlán apenas se dejaba ver.
Peor fue lo de la defensa, que volvió a naufragar con estrépito. Lo comprobó Marcelo, que recibió un balón de Benzema sin ninguna oposición y terminó marcando con la derecha por alto (m. 24).
Forlán disparó al palo (m. 24) y Casillas comenzó a salvar la noche en un disparo de Simao al que respondió con una mano salvadora (m. 45).
A Quique no le quedaba otra que dar entrada a Agüero en la segunda mitad. Con el argentino, el Atlético creció hasta convertirse en un equipo dispuesto a cambiar el rumbo del encuentro.
Sin embargo, un tremendo error de Perea que decidió regatear a Higuaín propició que el delantero argentino marcara el tercero con un disparo con la derecha (m. 64).
El tanto parecía la losa definitiva que iba a enterrar al Atlético. Era como el telón e incluso la antesala de una goleada. Eso debió pensar Pellegrini cuando sacó del campo a Benzema y a Higuaín para dar entrada a Gago y Raúl, al que había definido como «titularísmo».
A partir de ahí, el Madrid desapareció.
Los blancos se quedaron con 10 por la roja que vio Ramos en la acción con Agüero y el Atlético revivió. Forlán acortó distancias al aprovechar un centro de Ujfalusi por la derecha (m. 78). Eso ocurría después de que una piedra alcanzara a Pellegrini en una ceja.
El Atlético había recuperado de golpe la fe y la autoestima. Agüero metió a su equipo en el partido con el segundo tanto de su equipo. Se fue de Pepe y marcó con la derecha. El panorama cambió. La ansiedad cambió de lado.
El Madrid sufría el acoso rojiblanco que pudo tener su premio en un disparo de Agüero al que respondió Iker con una mano prodigiosa (m. 90). Solo el pitido final trajo la tranquilidad al Madrid, que volvía a acabar pidiendo la hora después de haber tenido todo a su favor para cerrar una noche plácida.