Julián Ruiz: "Es desesperante cómo el Barcelona sufre la 'Messidependencia'. Es un equipo que, sin esa droga, sin esa química entre la Pampa y la Masía se convierte casi en un equipo sin virulencia"
El Barça pinchó en su visita a Cornellá El Prat (1-1) en el peor partido de los últimos tiempos por parte de los azulgrana, que se encontraron con un Espanyol valiente y aguerrido, y con Turienzo Álvarez, el colegiado que no señaló un penalti claro en el descuento.
En el minuto 16 llegaría el primer golpe del Barça, que podría parece definitivo pero que a la postre se quedó corto. Cesc Fábregas goleó una vez más, en esta ocasión con la testa, un pase medido de Dani Alves desde la banda derecha. El derbi catalán se decantaba hacia los visitantes.
No obstante, el conjunto dirigido por Josep Guardiola nunca se encontró cómodo sobre el césped de Cornellá, y Verdú, Thievy y Sergio García gozaron de varias ocasiones para poder firmar el empate.
Tras la reanudación, el Barça siguió controlando el balón y teniendo la posesión, pero le faltaba verticalidad para cerrar el último pase que le concediera la ocasión de gol. Con Lionel Messi desaparecido, el Barça fue menos peligroso que de costumbre, mientras que el Espanyol de Pochettino seguía diseñando sus contragolpes bajo el aliento de la afición.
Finalmente el conformismo de el Barça terminó por pasarle factura, y en el minuto 86 Josep Guardiola veía cómo se le escapaba una parte de la Liga. Álvaro Vázquez remataba a gol (1-1) un centro desde la derecha que peinaba Thievy. Los de Guardiola se fueron arriba contra el tiempo, pero con precipitación y sin fortuna. No obstante, el devenir del partido se encontró en una mano clara del blanquiazul Raúl Rodríguez dentro del área, que evitó el gol de Pedro en el descuento y no fue señalada como penalti por Turienzo Álvarez.
«PENALTI COMO UNA CASA»
Uno de los diarios catalanes de referencia, Sport, propone en su portada del día posterior al derbi regional la culpa para el colegiado del partido:
«Penalti como una casa. El árbitro echa una mano al Espanyol… y al Madrid. Manos en el último minuto. Raúl Rodríguez interceptó un remate de Pedro que iba a directo a gol y Turienzo Álvarez no lo pitó».
LA PRENSA ANALIZA EL PINCHAZO CULÉ
Los principales cronistas y analistas del panorama mediático escrito aportan sus opiniones sobre el pinchazo del Barça, que cede dos puntos en la lucha por el título y se coloca a cinco puntos del Real Madrid:
Ramón Besa (El País) —Un derbi mayúsculo–: «El Espanyol llevó de cabeza al Barça en un derbi de los de antes, por disputado, intenso, bonito y, también por polémico, porque el árbitro le perdonó un penalti a Raúl en la penúltima jugada rematada por Pedro. No merecía perder el Espanyol. Pocas veces estuvo más discutida la superioridad del Barcelona».
Orfeo Suárez (El Mundo) —Silencio en el Barça–: «La claridad del penalti no señalado en el desenlace del derbi servía al Barcelona la coartada, pero Guardiola no la utilizó. Quien lo haga en el barcelonismo estará en su derecho, pero eso le alejará de conclusiones de mayor calado sobre la fiabilidad del equipo azulgrana lejos del Camp Nou. Ha empatado en Mestalla, Anoeta, San Mamés y Cornellà, además de perder en Getafe. Eso, en conjunto, es una tendencia».
Julián Ruiz (El Mundo) —Qatar is not Catalunya–: «Es desesperante cómo el Barcelona sufre la ‘Messidependencia’. Es un equipo que, sin esa droga, sin esa química entre la Pampa y la Masía se convierte casi en un equipo sin virulencia, sin ‘punch’, sin definición ofensiva».
Enrique Yunta (ABC) —El Español reduce al Barcelona–: «No fue la mejor noche del campeón ni tampoco la de Messi, menos vivo que de costumbre. El trabajo del Español tuvo premio con ese remate de Álvaro Vázquez y el resultado le alegra más por cómo se desarrolló el desenlace. El derbi le catapulta y por contra reduce al Barcelona, que se queda muy lejos del Madrid».
Salvador Sostres (El Mundo) —La superioridad moral–: «No sabría dónde esconderme, no sabría cómo disimular la vergüenza propia y ajena que pasaría si mi entrenador o mi presidente cayeran en el lloriqueo, en la carraca victimista, en la total falta de elegancia y de compostura de vivir de la queja y de creer que la culpa es de los demás. Me sentiría parte de un espectáculo lamentable, patético, indigno de personas inteligentes y razonables».
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