"Cada equipo jugando con una formación 10-1, centro del campo inexistente (con el tiempo, se podría llegar a reducir el largo del terreno de juego de 100 a 50 metros) y goles menos frecuentes que un hoyo en uno en el golf"
La contraposición de estilos futbolísticos puesta sobre la mesa en las recientes semifinales de Champions League entre F.C. Barcelona y Chelsea, con la eliminación del club español, aderezada con la derrota azulgrana en Liga a manos del Real Madrid, también poseedor de otro estilo definido, ha creado heridas en el entorno del fútbol mundial.
John Carlin expresa, en su columna dominical del diario ‘El País’, el descontento con una buena parte de la afición futbolera y de la prensa, desencantada con el fútbol por la eliminación del Barça en la máxima competición continental. El periodista augura un nuevo modelo para el futuro del fútbol, exagerando algunas de sus características —El nuevo modelo a seguir–:
«Mucho se ha dicho sobre el juego exuberante, ofensivo, ballético, total del Barça de Pep Guardiola, de cómo ha marcado un hito en la evolución del fútbol y tal. Bien…, pero el juego del Chelsea; el que eliminó al Barça de la Champions no en un partido, sino en dos; el que conquistó al mejor equipo del mundo…, ¿no será digno de imitar también?»
Introducido el tema, con un axioma que podría convencer al lector por el hecho de que la práctica es digna de elogio, John Carlin asesta la cornada:
«Digno o no, lo cierto es que es mucho más fácil jugar como el Chelsea que como el Barça y mucho más plausible para un equipo normal. Para empezar, no se necesita una plantilla de jugadores capaces de controlar o pasar el balón, de correr, regatear o incluso pensar. Y ni siquiera hay que estar en buenas condiciones físicas. Es más, cuanto más grandotes y gordos los jugadores, mejor».
«Bueno, a ver… En el nuevo fútbol que pregona el Chelsea tiene que haber un jugador que sí sea capaz de chutar y correr e incluso de regatear. Uno, nada más, con quizá un suplente en caso de lesiones. Así que la solución podría ser que aquel jugador y su sustituto se sometieran a una preparación física intensiva, tipo Rafael Nadal, al margen de la de los luchadores de sumo que componen el resto del equipo».
Una vez expuesta su teoría, el escritor británico propone el golpe definitivo. La mencionada contraposición de estilos aparece a colación, al mismo tiempo que los nombres de Josep Guardiola y José Mourinho:
«Esto sí sería una revolución en el fútbol: cada equipo jugando con una formación 10-1, centro del campo inexistente (con el tiempo, se podría llegar a reducir el largo del terreno de juego de 100 a 50 metros) y goles menos frecuentes que un hoyo en uno en el golf».
«Quizá Pep Guardiola ha intuido que este es el fútbol del futuro y por eso anunció esta semana que se iba. Quizá José Mourinho lo haya visto también y por eso anunció que se quedaba».
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