Definitivamente, la Selección se ha convertido en una suerte de oasis. Lo que son las cosas, porque todo estuvo a punto de estallar tras esa hemorragia letal de aquellas tremendas batallas de los Clásicos.
Aquí ha habido un arreglo aún no sé si cogido con alfileres, cosas de ese pacto no escrito entre capitanes de los que vengo dando cuenta en Punto Pelota desde el dedazo.
Así que convendría ahora, por tanto, frenar también esa espiral que comenzó Pepe, a la que respondieron Tito e Iniesta y a la que se ha sumado Piqué, casi siempre a la que salta.
El partido de hoy tiene, sobre todo y además del interés deportivo de evitarnos un fallo grave en el grupo antes de recibir a Francia, el morbo de observar al detalle a Casillas y Villa.
A Íker es verdad que hace tiempo se le ve tristón y menos seguro en el Madrid, y a Villa le ningunean en el Barça, mucho más desde la bronca que soportó del jefe Messi.
La Selección les devuelve sonrisas, apoyos sin fisuras y… recuperar la autoestima.