El eterno duelo entre Santiago Rey y César Augusto Lendoiro para dirimir cuál de los sobra en La Coruña, en Galicia y, a ser posible, sobre la faz del planeta Tierra, sería un magnífico guión para una historia de ficción, pero se convierte en una desgracia para la Comunidad Autónoma gallega, para el amenazado fútbol español, para la anémica España de papel periódico, a medida que el personal descubre que está basada en un hecho real.
El Presidente y Editor de La Voz de Galicia y el Presidente del Deportivo, se odian. Entre el uno y el otro hay algo personal desde hace años. Y en esa frívola, destructiva y estéril hoguera de las vanidades en la que ambos han contribuido a azuzar el fuego, les importa un bledo que se consuma el prestigio del sexto periódico del Estado y la gloria de un Superdepor que puso a La Coruña y a Galicia en el mapa del mundo.
Santiago Rey utiliza su periódico como arma de destrucción masiva contra Lendoiro; el presi a sueldo utiliza al Depor como escudo sentimental y antídoto contra la tinta envenenada de La Voz de Galicia; y, uno por otro, uno contra otro, dos buques insignias de la Galicia mediática y deportiva afrontan sendas vías de agua que amenazan sus respectivas líneas de flotación sociológicas.
Lendoiro veta a La Voz en su rueda de prensa
En la rueda de prensa que convocó César Augusto Lendoiro para hacer público el parte médico del Deportivo, se le impidió la entrada a los periodistas de La Voz.
Luego, sin tan incómodos testigos, el abogado coruñés, sumo hacedor del legendario Liceo de Hockey sobre patines, ex aspirante a alcalde que tropezó varias veces con la misma piedra inexpugnable de Paco Vázquez y elevado a los altares por una agradecida afición deportivista, se pasó hora y media entre cuentas y cuentos, intentando rebajar el pronóstico «muy grave» del Club a la categoría de «pronóstico reservado»
Lendoiro está negociando con Hacienda
El Club debe un total de 100 millones de euros al Fisco, a jugadores, a proveedores privados y por otros conceptos.
La considera una deuda asumible ateniéndose al ratio de solvencia de la institución.
Opina que un concurso de acreedores podría ser una buena solución. Pero se acoge a un periodo preconcursal para intentar no perjudicar a ningún acreedor de la entidad.
Quiere y asegura que va a pagar. Pero le pide a Hacienda comprensión y flexibilidad y paciencia a los afectados por las deudas del Club.
La música no sonaría mal en tiempos de vacas gordas. Pero la letra no encaja entre la opinión pública instalada en escepticismo tras cuatro largos años de vacas flacas.
¿Le estorban al César los hombres de negro de Montoro?
El personal, se pregunta, probablemente con razón: si Lendoiro cree que el concurso de acreedores sería la solución más efectiva, ¿por qué retrasa esa decisión y abre un período preconcursal impregnado de incertidumbre?
La respuesta de los mal pensados de turno no se hace esperar:
Porque si los hombres de negro de Montoro se instalan en las dependencias del Club, la primera medida que exigirían sería una reducción drástica del salario que cobra el todpoderoso César Augusto del Depor que, en la actualidad, sobrepasa los 400 mil euros al año. —Un accionista calificó de «indecente» su sueldo de 429.000 euros y otro pidió que se lo rebajase—
Al margen de las exposiciones técnicas, los efectos especiales emotivos, las cuentas que a algunos no les cuadran y los cuentos que a otros les parece que no auguran un final feliz, Augusto César Lendoiro le envió un recado en la rueda de prensa a su enemigo público número uno.
Sin nombrarlo, se refirió al Editor de La Voz como «el perseguidor» y sugirió acciones legales contra su obsesiva persecución mediática. El mensaje, no excesivamente subliminal, era algo parecido esto:
Al perseguidor no le importa destruir al Deportico con tal de destruirme a mí.
La versión coruñesa de «La guerra de los Roses»
La guerra personal y paranoica de estos dos coruñeses que manejan los timones de La Voz de Galicia y el Superdepor, evoca en los habitantes de La Coruña y de Galicia aquella película dirigida por Dani DeVito que ha quedado en las filmotecas como un paradigma del estúpido poder de destrucción que puede tener el odio irracional entre seres humanos: La guerra de los Roses.
El problema no es el daño que se puedan hacer entre ellos, dos ególatras enfermizos condenados a volver a polvo, como todos los mortales sino las secuelas que dejen en La Coruña, en Galicia, su casa común, donde La Voz y el Depor eran, son y deberían seguir siendo patrimonio de todos los coruñeses y los gallegos.