Cristiano ya no se borra en las grandes citas y Messi, por el contrario, ya no tiene el peso específico de antaño
Créanme que la historia que sigue a continuación es real, y conviene la matización porque lo que van a leer les chocará.
Ya saben: no suele ser habitual semejantes tambaleos en el Barça de la misma manera que no es costumbre tener cero noticias de Messi durante un partido de fútbol.
De todas formas y como subraya Miguel L. Serrano en ‘Punto Pelota’, la inesperada derrota en San Siro este 20 de febrero de 2012, aunque compromete sobremanera el pase a cuartos de final, se puede arreglar el próximo 12 de marzo en el Camp Nou.
También conviene recordarlo. La bofetada es de aúpa, cierto, pero, permítanme la expresión, torres más altas cayeron y un equipo como el azulgrana es capaz de todo. Toca, eso sí, una noche épica en el Camp Nou.
Dicho esto, vayamos a lo irreversible, lo verdaderamente preocupante: la sensación de incapacidad, de espesura, si quieren de indolencia, que sorprendentemente ofreció el Barcelona ayer en el majestuoso San Siro.
Que en noventa minutos los azulgranas hayan disparado solamente una vez a puerta es casi casi insólito. Una especie de suicidio: ya se sabe que sin chutar entre los tres palos es imposible ganar.
El Milán se mereció el premio. Ganó con dos jugadas episódicas, de esas que tanto penalizan en Champions. La primera fue una falta absurda de Alves, un error del árbitro, que no vio la clara mano de Zapata, y el disparo de Boateng.
La segunda, una contra finalizada por Muntari. Al Barça le pudo su previsibilidad, su incapacidad para corregirse, su falta de velocidad y profundidad. También acusó la mala versión de sus estrellas, especialmente Messi, incapaz de rematar ni una sola vez.
Y no es que, de repente, los italianos hayan dado con la fórmula mágica. No. El planteamiento local fue el mismo con el que en su día triunfó el Chelsea o el Inter. Un dibujo muy conservador, un sistema de ayudas escalonadas y una presión asfixiante.
Acumular piernas y cerrar cualquier pasillo a Abbiati. Era Italia, nada nuevo.
Le funcionó estupendamente al Milan y no seré yo quien desmerezca su genial partido. Hicieron lo que tenían que hacer y ahí está el premio.
El problema del Barça no fue ajeno, sino propio. Sin movimientos ni velocidad, su juego no sirve para nada más que para engordar la estadística de la posesión, dato del todo irrelevante cuando no hay ocasiones de gol.
La derrota culé no tiene excusas: de nada vale quejarse de la mano del primer gol, ni del mal estado del césped. El partido azulgrana no hay por dónde cogerlo.
Apagado Messi, desconectado Cesc, vigilado Xavi, e incapaz solo Iniesta, los azulgranas se desesperaron, sin ideas, sin profundidad, alarmantemente estáticos, incapaces de generar nada de peligro, sobrados de inútil centrocampismo.
El Milan, sin tener tanto la pelota, no pasó ningún apuro, ni antes ni después de los goles. Huérfanos de Messi, sin ningún plan B, sucumbió el Barça más decepcionante en mucho tiempo.