Ponen a prueba al entrenador nada más llegar; le observan como a su presa
El incansable Josep Pedrerol director, conductor y alma de ‘Punto Pelota‘, todavía encuentra tiempo para darle a latecla y nos sirve en el diario ‘AS‘ una reflexión sobre el fútbol y susprotagonistas, que no tiene desperdicio:
Admirados. Los futbolistas necesitan siempre un blindaje especial. No soportan ser señalados como culpables. Viven de los éxitos y saben digerir los fracasos.
Firman autógrafos, son fotografiados, admirados y cuentan con un montón de falsos amigos que les sacan la pasta mientras están en la élite y les abandonan cuando la suerte les da la espalda. Si no asumen que todo es temporal se convierten en juguetes rotos.
Algunos de estos futbolistas empiezan a vivir la realidad superados los 30 años. A partir de ese momento se convierten en seres vulnerables. Comienza un mundo ingrato para muchos.
Ya no les piden autógrafos ni entrevistas. No están de moda. Su lugar ha sido ocupado por otros. Ellos se convierten en ex. Son el pasado.
El entrenador, la presa. Los futbolistas son estrellas y se comportan como tales. Son egoístas. Ponen a prueba al entrenador nada más llegar. Le observan como a su presa. Quieren manejarlo a su antojo y si no lo consiguen, en casi todos los casos, acaban devorándolo. Si el técnico es exigente resulta incómodo.
Si no se deja manejar por los pesos pesados del vestuario resulta casi milagroso mantenerse en el cargo. MOURINHO es ese personaje. Va a su aire, no pacta nada con las estrellas ni pelotea a la prensa buscando el aplauso en los medios.
Vive en permanente enfado con el mundo. Hace lo que se le antoja sin miedo a nada. Los éxitos le dan libertad para decidir. Las ofertas le ayudan a ser valiente.
El blindaje del vestuario. Los futbolistas del Madrid han contado con el mejor blindaje gracias al técnico portugués. Mou siempre es el malo de la película, el culpable de las derrotas.
En el vestuario saben que allí no mandan ni Casillas ni Ramos. Allí manda MOURINHO, le pese a quien le pese. El aficionado merengue tiene claro a quién apuntar cuando se pierde. Que fácil resulta quitarse la responsabilidad.
Que fácil es quejarse permanentemente. Los problemas llegan cuando hay que dar la cara. Los futbolistas no quieren asumir ese rol. Eso ha ocurrido en el Barça. Guardiola era un sargento.
Siempre exigente, escrupuloso… Controlaba la alimentación, los horarios de los jugadores e incluso intervenía en sus conflictos sentimentales para ayudarles.
La hora de la verdad. Pero, acabó siendo un engorro para la mayoría de sus futbolistas. O se marchaba él o echaba a algunos de los intocables. Por el bien del Barça prefirió decir adiós sin hacer ruido.
Algunos cabecillas del vestuario lo celebraron. Su vida iba a ser más cómoda. Y así fue al principio. Los resultados acompañaban, Tito ganaba crédito y se sentían menos presionados.
Pero, con la enfermedad del técnico y la presencia del inexperto Roura, los jugadores tuvieron que dar un paso al frente. Llegaba la hora de la verdad, la autogestión. Y con ella han aparecido los problemas, las derrotas y los nervios.
Los futbolistas, intocables hasta ahora, empiezan a ser señalados. Es la hora de Messi. Los mejores tienen que aparecer y dar el golpe en la mesa. Ya no hay blindaje. Todo depende de ellos… y Punto Pelota.