Un Real Madrid renovado, sin extravagancias en forma de fichajes a golpe de talonario, que ha reforzado la presencia de la cantera y del componente español en su plantilla y que lleva dos campañas apostando por contrataciones de
jóvenes de futuro; que tiene un técnico joven y ex leyenda de la entidad, que dice que apuesta por la continuidad y que rezuma buen rollo desde que ese entrenador, Zidane, se hizo cargo del club la pasada campaña. Frente a esto, un Barcelona que sigue cosechando éxitos pero que ha reducido ostensiblemente la presencia de La Masía en el primer equipo, algo que ya de por sí es noticia; que siempre tiene algún problema interno o externo pululando en el entorno del equipo, ya sean juicios a sus futbolistas o polémicas a distancia, y cuyo técnico resulta antipático.
Esta es la realidad que se intenta transmitir desde hace ya tiempo en buena parte de los medios de comunicación, y si bien puede ser cierto que según qué fuentes exageran, también lo es que ciertos detalles potagonizados por los blancos en los últimos tiempos como darle confianza a un chaval joven como Asensio por encima de estrellas como James o Isco, o confiar en Morata sin acudir al mercado son pasos que otrora daba siempre el Barça.