El pasado mes de enero, cuando el Real Madrid decidió cesar de sus funciones a Rafa Benítez y colocar en su lugar a Zinedine Zidane para tratar de apaciguar el incendio interno en el equipo y reconducir la temporada si todavía era posible, el francés, que supo cómo entrar en un vestuario tan agitado desde el primer minuto, también fue hábil a la hora de implantar su sistema de juego. Sabía que en mitad de la campaña era muy complicado hacer cambios radicales y se dedicó a trabajar más en lo personal con los futbolistas y en el aspecto mental y anímico que en lo puramente futbolístico. Recicló el dibujo del ahora técnico del Newcastle, un 4-4-2 convencional, y lo fue adaptando a sus necesidades. Sobre todo con la irrupción de Casemiro, del que podemos decir que fue su principal aporte en seis meses, los que pasaron desde que aterrizó al final de la campaña.
Pero ahora había que atender al entrenador galo y ver qué proponía comenzando una temporada desde principios de julio, pudiendo crear su propio estilo de juego y su plan de trabajo con los jugadores, dando altas y bajas y confeccionando la plantilla a su gusto. Sobre todo para ver si esos analistas que afirman que la ex estrella francesa es todavía más un ‘entrenador marioneta’ de la presidencia que un técnico con cara y ojos tienen razón. Al inquilino del banquillo de la Undécima todavía se le acusa de ser un proyecto de entrenador puesto por orden de arriba para tener contentos a los futbolistas siendo un hombre de confianza de las altas esferas… mentira que poco a poco va quedando demostrada.
Sin ir más lejos, los compañeros de Okdiario señalan que este curso Zidane ha comenzado imponiendo su dibujo táctico favorito, el cual ya esbozó en los últimos compases de la 2015-2016: un 4-1-4-1, con un pivote defensivo y cuatro jugadores por delante que combinan mucho toque con dos hombres que abran espacios por banda, y un delantero centro que se asocie bien con los hombres de llegada desde segunda línea.
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