Stop. André Gomes quiere quedar bien con uno y con otro. Complicado. Cuentan desde dentro que solo poner un pie en el Barcelona el aviso fue claro: ahora hay que ser de Messi.
En el Real Madrid, con Cristiano Ronaldo en el vestuario, no se recuerda un elogio de un jugador blanco a Messi que, de producirse, no tuviera consecuencias directas. La plantilla del Real se sabe la lección del primero al último: el número uno es CR7. Se piense o no se dice.
En el Barcelona la cosa no va diferente. Messi es el Dios todo poderoso del Barcelona. El ‘10’ da de comer al grupo que vive de la magia de un futbolista único.