Si hay un técnico en la cuerda floja en Primera División tras diez jornadas disputadas en el presente campeonato de Liga, ese es Gustavo Poyet. El técnico uruguayo, fichado este verano por el Betis gracias a su fama y su carácter competitivo, y además con un pasado en España, no ha conseguido, por ahora, sacar rendimiento a una plantilla
verdiblanca que gracias a la nueva directiva se renovó de forma notable y que a priori apuntaba a cotas más altas respecto a lo visto en los últimos años. No está siendo así, y el Betis apunta otra vez hacia abajo en este primer tramo del campeonato, ofreciendo, además, malas sensaciones.
Dentro de esta crisis, el fuerte carácter de Poyet (que ya se conocía) no está ayudando en absoluto. El charrúa no ha parado de lanzar mensajes de extrema sinceridad, aunque ello conllevara soliviantar a la afición bética, desde que aterrizó en el banquillo. No para de advertir que ‘morirá con sus ideas’ antes que hacer lo que pide la grada siempre, y su conato de enfrentamiento por el tema Rubén Castro no ha sido bien recibido.
Todo eso se nota en el seno de un vestuario que tuvo que escuchar los gritos de su propia afición pidiendo la dimisión del técnico este domingo tras la derrota frente al Espanyol en el Villamarín, y sobre el que pesan más dudas que nunca.