La suplencia de Sergio Ramos en el Vicente Calderón sorprendió a todos… menos al implicado.
En los primeros días de la semana pasada, Zinedine Zidane y el capitán del Real Madrid mantuvieron una reunión en Valdebebas de la que salió la suplencia del central en el derbi que días más tarde iban a disputar ante el Atlético.
Ramos se encontraba en la recta final de la recuperación de la lesión que había sufrido en su rodilla izquierda en un partido con España y no quería arriesgar. Zidane tenía decidido esperar.
El técnico creía que era lo mejor, seguir trabajando antes del regreso del capitán al once titular y una vez que habló con el defensa, las dudas quedaron despejadas por completo.
Pese a que la decisión-acuerdo ya estaba tomada, la táctica era clara y la idea era no dar pista alguna al rival. Todo iba enfocado a la falsa titularidad de Ramos y así fue hasta dos horas antes del partido, momento en el que se filtra la decisión tomada en los primeros días de la semana.
La comunicación entre capitán y entrenador es total. Pocas palabras hacen falta, Zidane no es hombre de largos mensajes, para que Ramos entienda lo que quiere el entrenador. Y en esta ocasión uno y otro tenían claro que lo mejor para el equipo era que el central esperara tres días antes de pisar el verde.
Pese a la suplencia, Zizou quería tener a Ramos en el banquillo y en la concentración del equipo por lo mucho que representa para el grupo en el aspecto anímico, necesario y fundamental ante la importancia de un partido como el que enfrentó al Atlético.
Benzema también conocía con antelación que su sitio en el partido iba a estar al lado del resto de suplentes.
Los plazos que manejaba Ramos también aconsejaban no asumir riesgos innecesarios. Su rodilla lo agradecerá.