El Valencia es, a día de hoy, un club enfermo, a la deriva y socialmente incendiado. La derrota por 1-4 frente al Celta en la ida de octavos de final de la Copa del Rey fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de una afición que ha vivido un año 2016 que, por números, es de los peores de la historia, y el máximo accionista de la entidad se llevó la peor parte. Hasta ahora las críticas contra Peter Lim en el entorno del club y entre la prensa y la afición habían sido duras e importantes, pero no tan unánimes como las vividas en las últimas horas de este martes.Dos años en los que, tras el desembarco del magnate singapurense y su empresa Meriton para reflotar al Valencia y devolverle a un panorama de élite en Europa, iba a ser una presencia habitual en la Champions League, fichajes de postín y capacidad competitiva para luchar por títulos, se ha convertido en un barco sin rumbo, fichajes cada vez menos ilusionantes y de poco recorrido (si es que los hay), errores de gestión constantes y generación de un clima que favorece la ingobernabilidad de un vestuario por el que han pasado ya Nuno, Pako Ayestarán, Gary Neville y Césare Prandelli, además de Voro en varias etapas.
Por todo esto, hubo protestas contra Peter Lim en una manifestación previa al encuentro contra el Celta en las afueras del estadio, pañolada, pitos e insultos contra el asiático, su mano derecha Layhoon (presente en el palco) y el director deportivo, Suso García-Pitarch, todo ello durante el choque, y finalmente desagradables incidentes con hinchas esperando la salida de los jugadores y los directivos para seguir insultándoles (e incluso golpear sus vehículos) después del encuentro.
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