Esperanza. No lo parecía en los primeros días de enero, cuando el Real Madrid, con o sin mayor suerte en el plano arbitral, mostraba una fantástica imagen de juego, actitud y hambre de títulos goleando al Sevilla y al Granada en sus dos primeros partidos oficiales después del Mundial de Clubes. No habría bajón físico y mental después del viaje a Japón. No se repetiría la debacle blanca de 2015… o al menos, ese pensamiento se había colado en el vestuario del Barcelona. Por primera vez en muchos años, al eterno rival le salía todo bien. Titulares y suplentes, todos suman. La resurrección de James Rodríguez, el buen rollo con Zidane… muchos argumentos como para pensar que este curso pudiera haber forma de meterle mano al equipo merengue.
Pero en apenas un par de semanas, todo eso ha cambiado. La derrota del Real en el Sánchez Pizjuán dio muchas esperanzas al Barça, que además ve ahora cómo hay conato de crisis en Chamartín tras quedarse el equipo a un paso de ser eliminado de la Copa del Rey. Dos duros reveses en apenas cuatro días que de repente siembran de dudas lo que parecía era un campo de rosas alrededor del vestuario bajo el método de Zizou. Y por encima de todo, preocupación respecto al estado de forma de determinados jugadores que, desde el banco, han dejado de aportar, respecto a las bajas que no cesan… y sobre todo, respecto al peligrosísimo momento de forma de Cristiano Ronaldo.
Leer noticia completa en Don Balón
