José Miguel Muñoz@tara11iker
Cuando la pasada pretemporada en tierras holandesas reconocía «quiero sentirme importante y hacer grandes cosas en la Real Sociedad», Rubén Pardo no imaginaba el transcurrir de la temporada. Un futbolista acostumbrado a jugar dejaba de tener protagonismo con Eusebio Sacristán en el banquillo, y por tanto a dejar de disfrutar.
Los meses pasaron y Rubén Pardo seguía sin disponer de esos minutos que demandaba y de los que dispuso en el pasado más reciente, de ahí que se reuniera con el técnico realista para transmitirle su deseo de en caso de seguir en esa situación buscar minutos lejos de tierras donostiarras. Eusebio había avisado en verano que facilitaría la salida de aquellos jugadores que no estuvieran a gusto y así ocurría en este caso.
Entra en ese momento en escena el Real Betis y Miguel Torrecilla
que consciente de ese cerebro que no aparece en el equipo verdiblanco, ve en Rubén Pardo ese jugador capaz de convertirse en el galvanizador del juego bético. Los contactos se inician y la Real Sociedad transmite al futbolista el deseo bético, una vez que el propio jugador insiste en marcharse en caso de no jugar.
El Betis no es que necesite un jugador de esas características sino que se convierte en misión obligada tal como transcurre la primera vuelta del campeonato de ahí a que se intensifiquen las gestiones.
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