Batalla de estilos en el Clásico

Real Madrid-Barça: verticalidad contra posesión

Si el equipo de Zidane gana hoy al de Luis Enrique tendrá una ventaja que vale una Liga

Real Madrid-Barça: verticalidad contra posesión
Cristiano Ronaldo (REAL MADRID) y Leo Messi (BARÇA). LO

Barcelona no es el que era, pero mantiene su fe en la posesión de balón / El Real Madrid se define por la contra, el ajetreo en las bandas y el remate

Cada Clásico supone una nueva confrontación de estilos. Las señas de identidad que distinguen a ambos equipos se reconocen desde la distancia. Filosofías diferentes que abanderan el ida y vuelta y la pegada, por un lado, y el juego de posesión, por el otro. Dos formas distintas de entender el juego.

La verticalidad del Madrid

El Madrid se aferra a su libreto futbolístico de continua percusión ofensiva y en la eclosión definitiva de Cristiano como delantero centro (27 de sus 31 goles han sido dentro del área). Este equipo intimida por su capacidad extraordinaria de salir a la contra con precisión y vértigo.

Llega en tromba y amontona futbolistas en zona de remate. El conjunto de Zidane promedia 18 remates por encuentro (tres más que el Barcelona) y carga sus ataques a través de los costados (24 centros al área por los 14 de media de su rival). El empuje de Carvajal y Marcelo afina las jugadas ofensivas y resulta demoledor para las estructuras de los adversarios (21 asistencias entre ambos jugadores).

La posesión del Barcelona

Nadie desbanca al Barcelona del liderazgo de la estadística de la posesión de balón, aunque no ha invertido su tendencia descendente temporada a temporada. Su cuota este curso llega hasta el 64,% por el 55,4% del Madrid. Con todo, al Madrid no le inquieta el posible mando del Barcelona en la medular.

Ha logrado contrarrestar el poderío tradicional de su rival en esa parcela del campo. Se advirtió en el duelo del Camp Nou. El equipo de Luis Enrique sólo tuvo el 55% de la posesión de balón cuando su media alcanza diez puntos más esta temporada.

El Barcelona ya no es aquel equipo reconocible que ostentaba el gobierno absoluto de los partidos a través del control del balón. Como causa asoma la pérdida de preponderancia de los centrocampistas, uno de los síntomas que definen el estado de zozobra que padece este Barça. Xavi encabezaba la estadística de pases totales de la 2008-09 hasta la 2013-14. Jordi Alba, Piqué y en este curso Umtiti lo hacen durante la etapa de Luis Enrique.

Bajo este prisma, el Barcelona lo ha fiado todo esta campaña a la envergadura futbolística de su tridente por encima de cualquier otro credo. Sin Neymar, el mejor regateador de LaLiga, tendrá menor filo y desequilibro. Su ausencia, si se confirma, exige la aparición de Messi (ningún gol y una única asistencia en sus últimos enfrentamientos ante el Madrid).

Un sistema frente al otro

Con Neymar no habría espacio para la sorpresa en el once del Barcelona, pero su baja motivará una estrategia diferente de Luis Enrique ante la que el Madrid deberá responder sobre la marcha. El técnico azulgrana podría plantear una alternativa de nuevo cuño al disponer un 3-1-4-1-1. Si se decide por este esquema, las posiciones de Sergi Roberto y Jordi Alba ayudarían a bloquear el traqueteo en ataque de Marcelo y Carvajal.

Luis Enrique maneja también otras dos soluciones más rudimentarias. Podría volcar a Iniesta al costado, una situación que el entrenador asturiano apenas ha alimentado en estos tres años, y entregar el eje a Busquets, Rakitic y al discutido André Gomes. Con todo, Alcácer emerge como una apuesta menos rompedora. El delantero ha participado en cinco de los seis últimos partidos del Barça y convence por su esfuerzo físico. El Madrid enfrenta el Clásico con incertidumbres menores…

La duda de Zidane gravita sobre la titularidad de Bale, aunque la acertada respuesta de Isco, Asensio y Lucas en los últimos encuentros disipa cualquier temor en la bancada madridista. El Madrid se desplegará bajo su habitual 4-3-3 (un 4-4-2 en fase defensiva), siempre atento para armar la transición tras pérdida azulgrana. Conseguir el equilibrio del resultado desde el desequilibro de un rival que aguarda recuperar la esencia que le diferenció durante tanto tiempo.

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