El pasado domingo, la Selección española disputaba un trascendental choque ante Macedonia en Skopje, valedero para la clasificación para el próximo Mundial 2018. Será el mismo estadio donde el Real Madrid intentará conquistar su segunda Supercopa de Europa consecutiva el próximo mes de agosto, concretamente el día 8, ante el Manchester United de Mourinho. La perspectiva de lograr hasta seis títulos el curso que viene será un tema muy recurrente en torno al Real Madrid a partir de la vuelta al trabajo de los jugadores en apenas un mes.
Además, ese partido frente a los Diablos Rojos despierta mucho morbo porque supone enfrentarse al técnico portugués en encuentro oficial. Hasta ahora, el Real Madrid sólo se había visto las caras con su ex entrenador en choques amistosos de verano, pero ahora habrá una Copa de por medio. Y todos saben cómo se pone Mourinho cuando hay algo en juego. Eso, y su salida del Real Madrid por la puerta de atrás y enfrentado con buena parte del vestuario merengue todavía es algo que recuerdan todos: prensa, aficionados, club… y también el luso.
Porque Mou ya ha empezado a jugar la Supercopa. Nada más conquistar la Europa League frente al Ajax y ver cómo el Madrid lograba la Duodécima en Cardiff fue cortés con su ex equipo: “Será un honor”, dijo, enfrentarse al Real. Pero no faltó su primer ‘disparo’ con bala añadido a esa declaración, días más tarde: “Cuando llegué al Madrid (2010), Ramos nunca había jugado unos cuartos de final de la Champions League”.
La frase duele, pero es totalmente cierta. Hay quienes en el Real Madrid, y no sólo aficionados, siguen creyendo que buena parte de la época que vive ahora la entidad, que ya podría tacharse de ‘dorada’, se debe en gran parte al paso que Mou tuvo por la entidad. El de Setúbal fue la viva imagen de la despiadada resistencia que el Real Madrid opuso ante el mejor Barça de la historia, y uno de los mejores equipos de siempre, durante tres largas, tensas y extremadamente polémicas temporadas. Fue el hombre que se enfrentó a Guardiola incluso a costa de su honorabilidad personal, pues en España siempre fue odiado o amado, nunca hubo término medio.
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