El Real Madrid se impuso en la final de la Supercopa de Europa por X-X al Manchester United en Skopje, en un partido que confirmó todas las sospechas que, más allá de la pretemporada que habíamos visto del equipo blanco, se presuponían al doble campeón de Europa. Su fútbol de toque y control sigue siendo de los más efectivos del viejo Continente; Su defensa rinde razonablemente bien en partidos de enjundia… pero su problema de pólvora arriba comienza a ser como poco para pensar en relevos a medio-largo plazo.
La crisis la sufren especialmente Karim Benzema y Gareth Bale. Se asocian, sí, son importantes, pero de control y calidad no sólo se vive, y a la hora de rendir cuentas ante la portería rival, el Madrid empieza a tener una dependencia extrema de Cristiano Ronaldo (al menos, del Cristiano que vimos en la última parte de la pasada temporada). La crisis de gol del francés y el galés volvió a notarse en Skopje, con varias ocasiones claras falladas, sobre todo por Bale. El de Cardiff, sin embargo, sirvió en bandeja el 2-0 a Isco con una gran pared.
Comenzó dubitativo el partido, con ambos conjuntos midiendo fuerzas. La presentación dio paso a un buen Real Madrid, que con el once de Cardiff exceptuando a Bale por Cristiano, controlaba, no sufría y hacía ocasiones. Bale pudo marcar en una acción dubitativa de la defensa inglesa; Isco probaba desde lejos, y Casemiro estrelló un esférico en el larguero.