Es imparable, y ayer volvió a demostrarlo. Sólo una terrible e inoportuna lesión al estilo de la que privó a Jesé (y le desvió mentalmente) de haber escrito su destino en el Real Madrid, o un desvío propio fruto de la corriente de agasajamiento que va a vivir a partir de ahora, podrían apartar a Marco Asensio de lo que, parece, y cada vez se puede afirmar con menos posibilidades de equivocarnos, será su destino en el fútbol: marcar una época. Para el balompié español desde luego, y seguramente para el fútbol mundial.
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