CRACKS DEL FUTBOL

Messi vs Maradona: ¿Quién ha sido mejor futbolista?

Todo el mundo termina comparando a Diego Armando Maradona con Lionel Messi; todo el mundo menos (por supuesto) Diego Armando Maradona y Lionel Messi.

Algunas semejanzas en sus carreras hacen pensar que la comparación es plausible, comenzando por la más evidente de las coincidencias (que ambos son futbolistas), pero hay más: Messi y Maradona debutaron muy jóvenes, los dos son delanteros y centrocampistas, ambos son zurdos, los dos han usado el número diez en la selección argentina de fútbol y en sus respectivos equipos, ambos han jugado en Newell’s Old Boys y en el FC Barcelona, los dos han convertido goles extraordinarios (algunos muy parecidos entre sí, lo que es muy raro), ambos son juguetes de la sociedad argentina, para la que la discusión sobre su rendimiento (o la comparación entre ellos) es uno de los pasatiempos favoritos.

Allí parecen acabar las coincidencias, sin embargo. Entre las diferencias que parecen más evidentes se encuentran las que siguen:

  • Maradona se formó en Argentina y Messi lo hizo mayormente en La Masía del FC Barcelona, adecuándose desde el comienzo al fútbol europeo
  • A lo largo de su carrera Messi ha estado siempre muy bien acompañado por futbolistas extraordinarios que lo mejoran (Andrés Iniesta, Xavi Hernández, Samuel Eto’o, Ronaldinho), pero Maradona casi no ha tenido «laderos» de ese nivel y la mayor parte del tiempo ha sido el único jugador creativo en un equipo de destructores del juego o simples negados (piénsese en el Mundial de Italia de 1990, cuando Maradona parecía un egiptólogo rodeado de momias y, sin embargo, Claudio Caniggia y él se las arreglaron para meter al equipo argentino en la final)
  • A la edad de Messi, Maradona ya había pasado por varios clubes, mientras que Messi es fiel (al menos por ahora) al FC Barcelona
  • Maradona tuvo lesiones graves a lo largo de su carrera deportiva (incluyendo la fractura de 1983 cortesía de Andoni Goikoetxea), pero Messi (tras un cambio en su dieta) ha tenido suerte con ellas
  • Maradona poseía (y aún tiene) una extraordinaria inventiva verbal que lo ha llevado a crear frases que ya son parte del lenguaje cotidiano en su país (me cortaron las piernas, fue la mano de Dios, es capaz de tomarle la leche al gato, se le escapó la tortuga, la pelota no se mancha, que la sigan chupando), pero el laconismo de Messi hace que una entrevista a él sea la pesadilla de cualquier periodista (y del espectador o lector de la misma)
  • La vida privada de Maradona fue y es catastrófica, antes, durante y después de su carrera como futbolista; Messi, en cambio, parece ser un hijo conveniente y un padre de familia discreto
  • Maradona era un líder natural, pero Messi ha tenido que aprender a interpretar ese papel
  • Maradona se desempeñó en su mejor momento en ese triste campeonato de lucha libre que llamamos habitualmente «la liga italiana» (donde las patadas a Maradona debían ser computadas partido tras partido como una parte más de la estadística) y Messi lo hace en la española, mucho más respetuosa del talento ajeno; a lo largo de su carrera
  • Maradona debió retrasar habitualmente su posición para recoger balones y contribuir al funcionamiento de su equipo; habitualmente, Messi no tiene que hacer esos sacrificios;
  • Maradona prolongó su carrera más de lo necesario, y queda por ver si ese será también el caso de Messi
  • Maradona obtuvo un Mundial y un subcampeonato mundial para Argentina y Messi no ha conseguido nada igual hasta el momento.

No son diferencias poco relevantes, pero empalidecen ante la que es la divergencia principal entre Maradona y Messi: su significado para los argentinos, que está estrechamente vinculado a las épocas que les ha tocado vivir a ambos jugadores.

Más allá de su talento, que es enorme, Messi no representa para los argentinos lo mismo que Maradona, y esto por varias razones: a diferencia de Maradona, cuyo talento es natural y surgió en circunstancias notablemente adversas de pobreza y desprotección.

Messi fue formado en la mejor escuela de fútbol del mundo, lo que (a ojos de algunos argentinos) lo convierte en un producto espurio o ajeno; su falta de inventiva verbal, el hecho de que su vida privada no se caracterice por los altibajos, su falta de ansiedad, lo convierten en una pésima superficie reflectante de los argentinos (no de lo que los argentinos somos, sino de lo que queremos creer que somos: creativos pese a la adversidad, espontáneos, heroicos, pasionales).

Argentina ama a sus cracks, pero los cracks son aquellos que, por definición, poseen un talento innato cuya adquisición no ha requerido ningún esfuerzo y acabará condenándolos: en Messi hay (y es evidente) demasiado trabajo, demasiado esfuerzo y demasiado compromiso con su disciplina para que los argentinos lo consideremos seriamente un crack, además de una grisura personal que lo mantiene al margen del peligro de acabar como Maradona.

Quizás ese sea el problema, pienso ahora: los argentinos amamos a Maradona debido a que sus excesos, accidentes y caídas nos reflejan, o reflejan lo que deseamos creer: que la posesión de un talento lleva a la condenación del sujeto que lo posee, y que, por consiguiente, es mejor no esforzarse, es mejor no desear jamás tener un don y contemplar a los que lo poseen a la espera de que caigan también ellos.

Maradona reflejó con sus altibajos (detenciones, lesiones, suspensiones, retornos) los altibajos propios de la Argentina de la década de 1980, que tuvo todo eso y mucho más.

Messi refleja un período que, con sus inevitables turbulencias, es uno de los más saludablemente pacíficos y prósperos de la historia argentina de los últimos sesenta años.

Maradona mereció la creación de una religión para adorarlo por sus goles a los ingleses (que algunos consideran aún hoy una revancha de la derrota en la guerra de Malvinas, como si un partido de fútbol pudiese devolverle la vida a tantos jóvenes muertos), por haberle dado una Copa del Mundo a Argentina, por haber encarnado como nadie la excepcionalidad de ese país.

Messi posiblemente no consiga ni siquiera que alguien le ponga una capillita. No es un problema de talento individual ni de méritos personales: es el resultado de que los tiempos (siempre lo hacen) han cambiado, y que Argentina es mucho más normal ahora que en la época de Maradona y que, por consiguiente, su mejor jugador también lo es.

Comparar a Messi con Maradona, participar de esta especie de competición popular sobre la que todos parecen tener algo que decir, es como comparar la Argentina de 1986 (con su austral devaluado, sus cicatrices de la aún reciente dictadura, sus «carapintadas» inminentes, su próxima Ley de Obediencia Debida) con la actual, que (entre todas las cosas que tiene) no tiene precisamente esas. (Lo que no significa que Messi sea mejor que Maradona, ni viceversa, sino que la comparación es absolutamente imposible).

Qué bueno para Lionel Messi y para los argentinos que así sea.

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