mucha gente que no lo conocía supo de la Fórmula 1 debido a la publicidad generada por su muerte
Bernie Ecclestone, el patrón de la F1 ha vuelto a sembrar la polémica el pasado fin de semana en Brasil tras unas declaraciones realizadas al diario Folha de Sao Paulo.
Haciendo gala de una total falta de tacto, fruto de una sinceridad mercantilista sin parangón, el gran jefe se ha referido a la muerte del piloto Ayrton Senna como positiva para la Fórmula 1.
- «Fue una infelicidad, pero la publicidad generada fue tanta… Fue buena para la Fórmula 1», añadiendo: «Fue una pena que hubiésemos perdido a Ayrton para que eso ocurriera. Él era popular, pero mucha gente que no lo conocía supo de la Fórmula 1 debido a la publicidad generada por su muerte».
Antecedentes peligrosos
Este tipo de declaraciones no son ajenas a su persona, basta recordar como durante este mismo año, declaraba al rotativo británico The Times:
- «Aunque decir esto pueda resultar terrible, al margen de que Hitler se dejase llevar en un determinado momento e hiciese cosas que no sé realmente si quería hacer o no, lo cierto es que estaba en posición de mandar a muchos y conseguir que se hicieran cosas», culminando su adoración por los regímenes totalitarios al indicar que: «eliminar a Sadam Husein fue una mala idea».
El auténtico sentimiento del poder por encima del resto, fruto del dinero y del control de los negocios ha cegado en muchas ocasiones a Mr. Fórmula 1.
Lo que para algunos son delirios de grandeza, no son más que nostalgias del ejercicio del poder absoluto sin derecho a réplica ejercido por estos personajes de la historia. Desde los mando de control del mundo de la F1 tanto Ecclestone como su compañero de aventuras en la FIA, Mosley, a medida que pasan los años lamentan tener que rendir cuentas de sus decisiones o tener que contar con las opiniones de terceros.
Este tipo de declaraciones se han producido especialmente cuando se cuestionan sus decisiones y se han visto sometidos a juicios por parte de la opinión pública.
El padre de la criatura
Ecclestone es el artífice de que la F1 pasara de ser un juego de unos locos del motor al acontecimiento deportivo más visto en televisión, tras las olimpiadas y los mundiales de fútbol, pero tras tantos años de control y poca regeneración en la cúpula la categoría ha caído en el caos interno, donde las luchas de intereses la llegada de los grandes constructores que invierten sumas millonarias a cambio de cero control de la situación, han culminado en desconcierto para un público obligado a ver un espectáculo «mutante» de año en año, perdidos en un mar de normas que cambian incluso durante la temporada.
La pasión y el espectáculo se alejan de la desconcertada afición, tanto como las carreras que se celebran a miles de kilómetros de distancia, en circuitos desiertos de aficionados, de noche incluso para que el público europeo disfrute de una F1 desde su salón puesto que sus circuitos han perdido los Grandes Premios de una época.