En esta carrera no tenemos el maillot amarillo, pero…

MADRID, 28 (OTR/PRESS)

¿Hay motivos, pese a todo, para el optimismo? ¿Cabe la esperanza, cuando nos acaban de decir que uno de cada cinco españoles está en el abismo del desempleo? Ya sé que las buenas noticias no son noticia, pero quisiera, ahora que hasta nuestro incorregiblemente optimista presidente del Gobierno parece haber entrado en una senda de mucha menos euforia, creer que sí. Que hay algunos rayos de esperanza. Que 2011 va a ser un año duro no lo discute nadie; pero que hay datos para el renacimiento de una cierta confianza, me parece que ahora tampoco podría negarse fácilmente.

Y hago esta reflexión, conste, desde la seguridad de que aquí, en España, y ahora, este año, van a ocurrir muchas cosas en los terrenos político, económico y sociológico. Y desde la convicción de que, ocurra lo que ocurra, parece que se avecina un importante cambio de signo en la política nacional. Puede que el mero enunciado de esta palabra, cambio, ya se esté empleando para pretender insuflar esa imprescindible confianza que es la base de la recuperación de una economía depauperada.

Escribo desde Barcelona, donde asisto a la presentación de los resultados anuales de la Caixa, que en breve será CaixaBank, la futura décima entidad financiera del mundo. Resulta un baño de optimismo escuchar al presidente de esta entidad, Isidro Fainé, que está a punto de convertirse en el tercer mayor banquero del país, decir que «España está iniciando la recuperación; nos queda un trecho, pero estamos en la senda del crecimiento».

En un gráfico entregado a los periodistas durante la citada presentación, escenificando una especie de carrera ciclista, se muestra a Japón liderando la carrera, con China, India, Brasil y Alemania detrás, en el pelotón de cabeza. Les siguen Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia y, a cierta distancia, España, todos iniciando la escalada de la recuperación. Grecia, Irlanda y Portugal, el farolillo rojo, se encuentran en la cuesta abajo de la recesión. A bastante distancia de una España que se desmarca de la cola. Bueno, no es precisamente el maillot amarillo, pero…

Esto ocurre el día en el que el Consejo de Ministros consagra un pacto sobre las pensiones: un acuerdo entre Gobierno, patronal y sindicatos para elevar la edad real de jubilación, aparentemente una exigencia del ‘motor’ europeo representado por Francia y, sobre todo, Alemania. Se diría que las reformas, duras pero aseguran que necesarias, están empezando a ponerse ya en marcha. Y con los primeros resultados tangibles de la ‘nueva filosofía reformista’ será recibida la próxima semana en Madrid la canciller Angela Merkel, de cuyas actitudes, hasta ahora no demasiado favorables para los actuales gestores económicos en España, dependen tantas confianzas en los mercados exteriores.

Si tuviera que apostar ahora, con el acuerdo ‘realista’ del Consejo de Ministros en una mano y los resultados de las principales empresas del Ibex en la otra, apostaría por que la canciller alemana pronunciará en la capital española algunas palabras esperanzadoras. Creo que nos vamos mereciendo, todos, un cierto reconocimiento: en primer lugar, la sociedad civil, que aguanta penalidades manteniendo una estimable paz social; pero también creo que no debe escatimarse al menos una palabra de elogio a Gobierno y oposición, el uno por virar sobre posiciones que estaban obviamente erradas y la otra por mantener, en medio de la tormenta, una actitud templada y serena, con cuantas excepciones usted quiera. Y, aun admitiendo que lo que digo pueda resultar polémico, yo también situaría a los sindicatos, que han sabido renunciar a maximalismos, en el lado de los que han tenido un comportamiento estimable en esta peculiar carrera ciclista.

Nunca, desde aquellos tiempos de los pactos de La Moncloa, ha habido en este país nuestro un clima tan propicio al entendimiento. De acuerdo: cada cual ha de mantener sus posiciones críticas y no puede abdicarse del necesario debate Gobierno-oposición. Pero la sociedad exige ahora un clima constructivo por parte de todos; puede que, al final, la crisis , esta maldita crisis que nos empobrece –duele tanto constatar las tremendas cifras del paro…–, sirva para algo. Al menos, para que nos situemos en un terreno de realismo, del que tan alejados vivíamos todos, con nuestros gobernantes y nuestros sindicatos a la cabeza.

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