Cuando un buen empleado baja su rendimiento, no hay quien lo enderece

(PD).- Seis meses de advertencias parecen poco tiempo para una persona que en una época ofreció resultados estelares. Pero aún así, si no responde correctamente consideramos que sí ha llegado el momento de despedirla de la empresa. Usted afronta uno de los hechos incontrovertibles de la vida de una organización.

Como subraya Jack Welch en Eleconomista, es muy difícil revertir el curso de una persona que comienza a deslizarse en la dirección equivocada.

Y eso es lo que usted tiene, una persona que había logrado previamente grandes resultados, y ha cesado de obtenerlos. Y esa persona podría arrastrar a los otros miembros de su equipo a copiar el mal ejemplo.

Por cierto, lo hemos visto una y otra vez: esos empleados contaminan el medio laboral.

No estamos sugiriendo que los gerentes echen a todo empleado que súbitamente disminuya su rendimiento. En ocasiones, algunos excelentes empleados parecen chocar contra una pared y necesitan tiempo para recoger velas. Algunos sufren una crisis personal, posiblemente una enfermedad, o un divorcio. O tal vez están aburridos y necesitan su ayuda para encontrar más desafíos en el trabajo.

Pero se trata de excepciones. Por lo general, cuando un empleado de excelente rendimiento comienza a declinar, eso es difícil de revertir. Y la razón es muy simple. Ellos piensan que su previa gloria los protege. Y con frecuencia, tienen razón.

Muchas organizaciones cuentan con vacas sagradas. Está por ejemplo el científico que, hace 15 años, descubrió un compuesto que permitió a la compañía ser lo que es. O el director de arte que en una ocasión ganó el galardón más preciado de la industria.

Está el empleado de gran mérito que ha reducido su desempeño, y cuya armadura protectora es el principal cliente de la compañía. Ese cliente está encantado con el empleado por una gran idea que tuvo hace cinco años. Y también está el empleado cuya fama proviene de haber estado desde el principio, cuando la compañía comenzó en un garaje.

Sin importar las razones, esos empleados comienzan a declinar de manera imperceptible. Sus contribuciones disminuyen. Nada ocurre, tal vez algunas conversaciones en voz baja, pero sin consecuencias reales. Y por lo tanto, continúa la espiral descendente. Eventualmente, el bajo desempeño del empleado y la falta de reacción de la organización hace que todo se reduzca a una burbuja de silencio y de aceptación.

El problema con esa dinámica es que esos empleados de bajo rendimiento son con frecuencia héroes de la organización, especialmente los veteranos. Por lo tanto, su conducta fija el tono. Para los nuevos empleados, que ignoran las glorias pasadas del empleado en declive, el impacto puede ser aún más dañino.

Los empleados en declive muestran a los nuevos que la organización permite la existencia de trabajadores improductivos. De cualquier manera, ese bajo desempeño puede afectar el ritmo de toda la empresa. Por lo tanto, deje que se vaya ese empleado que fue bueno en el pasado y ya no lo es, para que él pueda encontrar una organización que le brinde nueva energía.

Y al hacer eso, usted está enviando un mensaje de importancia a toda la organización. Cuando se trata del desempeño, el pasado puede ser agradable de recordar, pero lo único que importa es el presente.

Tampoco debe pesar el pasado cuando el hijo del propietario de una empresa se incorpora para desempeñar tareas de responsabilidad. Primero y principal, el equipo gestor que lo recuerda como un adolescente debe estar bien al tanto de que usted es ahora un adulto, y que ha regresado para encargarse de tareas muy importantes.

Por cierto, ellos han aguardado su regreso durante mucho tiempo. Y la mayoría de ellos, si no todos, están dispuestos a obedecerlo.

Tal vez parte del crédito por esa circunstancia obedezca a la cultura jerárquica en su país. Pero, inclusive si usted no estuviese regresando al Medio Oriente, los empleados en la mayoría de las empresas propiedad de una familia conocen la situación. Usted es ahora el jefe.

Nuestro consejo: no trate de imponer su autoridad por métodos duros. En cambio, pase su tiempo escuchando a su nuevo equipo, demostrando su disposición a atender sus perspectivas y comprometer su intelecto.

Hágales saber que está verdaderamente abierto a nuevas ideas. Demuéstreles que usted no es un sabelotodo, sino un aprendetodo. Mire, si su intento es reformar a su empresa en los próximos años, su nueva tarea es muy sencilla. Ya tiene los cuerpos de sus empleados. Ahora debe ganar sus corazones y mentes.

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