El amigo multimillonario de Felipe Gonzalez que viene a España a comprar

(PD).- Lo cuenta Carlos Hernanz en Elconfidencial: «Viernes soleado en la tarde de Barcelona. Felipe González y Carlos Slim inauguraban la sesión vespertina de las concurridas jornadas organizadas por el Círculo de Economía. Presidiendo el acto, Salvador Alemany, consejero delegado de Abertis, que ejercía de anfitrión».

A su lado, el tycoon mexicano y el ex presidente del Gobierno acaparaban los flashes y la atención de los asistentes como ningún otro ponente había hecho antes. No se sabía quién era más importante, si el político o el empresario.

Así estaban las cosas. La charla versaba sobre las Relaciones de Europa y Latinoamérica. Los dos jugaban a ser profesores ante una grada que esperaba su clase magistral.

En primera fila, con entrada VIP, escuchaban atentamente y, por este orden, José Montilla (Presidente de la Generalitat), Ricardo Fornesa (Presidente de Criteria), Antonio Brufau (Presidente de Repsol) y Luis del Rivero (Presidente de Sacyr). Los cuatro atendían con aire ceremonioso, circunspecto, y tomaban nota mentalmente como si de un alumno de universidad se tratara.

El primero en disparar fue Slim, presidente del gigante Telmex. Con todas sus notas recogidas en dos cuartillas escritas a mano, el multimillonario mexicano hizo gala de su posición de generoso mecenas. Su intervención se centró en reclamar flexibilidad a las clases políticas para enfrentarse a los paradigmas sociales que están presentes.

Criticó de manera muy clara la especulación sobre las materias primas y reconoció la posición de pujanza que pueden asumir los países emergentes, entre ellos varios latinoamericanos, donde cada avance conquistado es un paso que no se retrocede.

Asumiendo los principios del capitalismo, el nuevo socio de La Caixa, reconoció que la generación de riqueza es la mejor inversión para combatir la pobreza. Preocuparse por los menos favorecidos debe ser una urgencia económica, además de ética y social.

Para concluir su intervención, lanzó una flor a su íntimo amigo y compañero de viajes alrededor del mundo, Felipe González, alabando los progresos de la joven democracia española, abanderada por el político socialista, que luego continuaron Aznar y Zapatero.

Haciendo un símil con el pasado y con las viejas civilizaciones, Carlos -como se refiere a él Felipe- comparó a las empresas multinacionales de nuestros días con los nuevos ejércitos contemporáneos, que conquistan mercados como antes se conquistaban países, pero que, en vez de arramplar con el suelo anexionado, ahora invierten y pagan impuestos. Los tiempos modernos tienen estas ventajas.

“Funcionarios de mis amigos Chaves y Botín”

Felipe González, en un tono cordial y distendido, sin leer un solo papel, hizo gala de su caché de conferenciante internacional. Su intervención, casi un mitin si se midiera por la extensión, se centró en Europa y en la visión pesimiesta que tiene sobre el Viejo Continente, al que marca en un entorno de decadencia continua y sin solución. La Europa languideciente de hoy es víctima del éxito conseguido en las décadas de los años 50, 60 y 70.

Las palabras de González no hicieron alusión a la situación que ha afectado a PP y PSOE durante estos últimos cuatro años. González sobrevoló más allá y apuntó al horizonte que debe conquistar Europa para salir del actual pozo de agonía. Entre otras cosas, González achacó al modelo actual, excesivamente rígido, la inmovilidad que ha bloqueado a Europa. Como ejemplo, puso un caso singular que sirve de titular ilustrativo de su intervención: sólo un 12% de los estudiantes de una universidad privada de negocios en España terminaba su formación con la aspiración de crear o hacer empresa. “El resto sólo quiere ser funcionario de mi amigo Manolo Chaves o de Emilio Botín”.

Como si de un gurú del petróleo se tratara, González se atrevió a disertar sobre el déficit energético. La unión de los Quince, igual que otras economías desarrolladas, es presa de la energía fósil y de su lugar de origen. Esta situación debe obligar a afrontar sin hipocresía el debate de la energía nuclear. En este sentido, el líder socialista se colgó la medalla de su propuesta de moratoria nuclear cuando gobernaba en España en los años 80. “España y Alemania no pueden convertirse en islas nucleares rodeadas de centrales”. Y Carlos, a su lado, asintió con una sonrisa.

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