Cuando arrecia la crisis

Cuando arrecia la crisis

(PD).- Hace ya varias semanas que tras su pertinaz pseudoignorancia de la crisis, el Gobierno Zapatero reconoció casi paladinamente que «haberla, hayla».

El profesor Ramón Tamames, que lanzará en breve un libro sobre esa «crisis» que tozudamente se estuvo negando desde las alturas, publicó el pasado lunes en el diario La Razón un esclarecedor artículo sobre el tema en el que vaticina que «nos queda crisis in crescendo en 2009, fuerte en 2010 y con recuperación en 2011″.

Lo cual se corrobora aún más al día de hoy con tres indicadores. El primero, la evolución del PIB, que la Fundación de las Cajas de Ahorro acaba de revisar muy a la baja: 1,1 por 100 para 2008, y 0,5 por 100 en 2009.

El siguiente indicador, la desocupación, se cifra ya en el 12,5 por 100 de la población activa, con un incremento de 103.000 personas sólo en agosto y ya 2,5 millones de parados.

En tendencia que al iniciarse 2009 se desbordará la cifra de tres millones, en torno al 15 por 100 de la población activa. Y si no hay una política económica eficaz, de la que no existen ni atisbos, a finales de 2009 podríamos estar alcanzando la fatídica cota de los cuatro millones.

El tercer indicador sitúa la evolución del consumo en fuerte tendencia a la baja, de sólo el 0,7 por 100 en previsión del Gobierno para 2008 y el 0,4 en el 2009; parámetros que, sin embargo, parecen de color demasiado rosa.

A poco que se aprecie cómo van desarrollándose los acontecimientos, en términos de caídas profundas en las ventas de bienes duraderos (automóviles, vestimenta, calzado), alimentos, sin olvidar la inversión, cuyo nivel de crecimiento podría situarse en términos negativos más pronto que tarde.

En esa tesitura, los tantas veces solicitados «Nuevos Pactos de La Moncloa», podrían acabar llegando. Pero con matices muy distintos, pues si en 1977 estábamos en la transición, ahora nos hallamos en una mezcla de retrocesión/retracción, complicada con los problemas de la financiación autonómica y el olvidado pero indispensable «Pacto Local».

El fondo del incierto panorama que tenemos ante nosotros, radica en una larga serie de incidencias negativas interrelacionadas.

Primero, el sector de la construcción, que alcanzó en el 2008 un aporte del 16 por 100 al PIB; pero repercutiendo, con su demanda de toda clase de insumos (áridos, cemento, cerámica, acero, aluminio, cristal, textil, mueble, etc.) de más del 30 por 100.

Con el resultado inevitable de que al hundirse la actividad constructora, están deprimiéndose otros muchos sectores, en un proceso que incluso alcanza los servicios, que ya no generan ni crecimiento ni empleo sustitutivos del ladrillo.

Con un stock de 700.000 a un millón de viviendas nuevas invencidas que llevará mucho tiempo reabsorber, si no se adoptan instrumentos extraordinarios, como los planteados por algunas CC.AA. ante la inacción del Gobierno.

Pero con todo, el problema central está en la falta de liquidez del sistema, después de una política bancaria muy expansiva, que generó fuerte endeudamiento en todas las entidades financieras; con el resultado de que éstas están reduciendo el crédito (el célebre «credit crunch»), con toda clase de agobios para las empresas.

El escenario se complica, con una Administración General del Estado, que con la faz compungida va viendo cómo se fundió el superávit, para entrar en un déficit de ya casi el 1 por 100 del PIB, y «lo que te rondaré morena».

Lo que hará cada vez más difícil desarrollar políticas keynesianas de mayores inversiones en nuestra deteriorada naturaleza, en infraestructuras físicas y avances en I+D. Todo lo cual tendría que ir acompañado de reformas estructurales: en los mercados laboral, financiero, y energético; así como en las áreas de la fiscalidad y la seguridad social, y en la indispensable mejora de una administración pública que a todos los niveles (Gobierno, CC.AA., entes locales) se pierde en el derroche, el burocratismo, las corruptelas y la corrupción, y la ineficiencia; ribeteada toda esa orla de miserias de un despotismo impropio de los tiempos que dicen que corren.

En la complejidad en que estamos inmersos, muchos hablan de la «tormenta perfecta», con la única certidumbre de que van a seguir las turbulencias de todo tipo, y sobre todo de la ya señalada falta de liquidez; con un BCE polarizado en sujetar la inflación, y que junto con las demás autoridades de la Eurozona no sabe o no quiere encontrar recursos extraordinarios a medio y largo plazo para superar la crisis.

A diferencia de lo que desde hace décadas se practica por EE.UU. en relación con los países emergentes, y sobre todo con China, a base de colocarles sus bonos del Tesoro.

La previsión es que nos queda de crisis lo que resta del 2008, in crescendo en el 2009, todavía fuerte en el 2010, y con una recuperación que tal vez sólo se inicie en el 2011.

Predicciones que no son ni antipatriotas ni pesimistas, pues en la prensa internacional podemos encontrarnos con ideas mucho más agoreras –como por ejemplo, las de Wolfgang Münchau, un destacado columnista del «Financial Times»–, que auguran para España problemas muy serios durante por lo menos un decenio.

Y en cualquier caso, el mayor pesimismo hay que imputarlo al Gobierno Zapatero, con sus cortinas de humo y su continuidad en crear nuevos problemas –en vez de solucionar los que patéticamente nos rodean según hemos visto– de división de la conciencia nacional.

«Cosas veredes, Myo Cid…».

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