Un panorama desolador

Un panorama desolador

(PD).- El baile de opiniones del ministro de Economía ya no extraña a nadie. Pedro Solbes dice no y al tiempo sí sin que se le inmute el gesto. Y claro. El segundo del Gobierno de Zapatero, con la que está cayendo en la matería que él gestiona, no consiguió convencer a sus señorías en la Sesión de Control para quedarse a escuchar sus argumentos. ¿Para qué? El Congreso ofreció este miércoles un panorama desolador.

Tardó, pero al final comentó que la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers y la situación de la aseguradora American International Group (AIG) tendrán un impacto de «pocas decenas de millones de euros» en España. Siempre minimizando y tratando de poner el foco de la manera que sea en la oposición, el Gobierno de Zapatero sigue en Babia.

Y la recesión está encima. Todos estos acontecimientos internacionales van a agravar los síntomas de una crisis econóica anunciada, y a la que el Gobierno socialista ha hecho oído sordos. Ahora ya no sirven las excusas.

«Nuestros problemas económicos tienen causas propias que no desaparecerán por mucho que se arreglen los problemas internacionales. Incluida la bajada del precio del petróleo. Hemos vivido unos años excepcionales gracias a la abundancia de dinero barato. Eso explica que hayamos podido financiar sin dificultad once puntos del PIB, el tamaño del déficit por cuenta corriente, y que los niveles de endeudamiento de empresas y familias hayan alcanzado marcas históricas«, según editorializa ABC.

«Es verdad que hemos sabido aprovechar ese escenario internacional gracias a la consolidación fiscal, la participación en la Unión Monetaria, las privatizaciones y las reformas liberalizadoras de nuestro mercado interior llevadas a cabo en las dos legislaturas del PP y no revertidas en esta última. Pero esa época se ha acabado y viene el momento de pagar las deudas. Y de descubrir que hemos pecado de complacencia y que el Gobierno de Zapatero ha practicado el tancredismo económico. La política económica de estos años, y no solo la monetaria americana con su excesiva provisión de liquidez, ha sido fundamentalmente irresponsable, contentándose con vivir alegremente de la marea y desaprovechando una nueva oportunidad para consolidar las reformas necesarias para mejorar la productividad y mantener la competitividad. Hemos oído muchos discursos oficiales sobre la necesidad del cambio de modelo económico, pero poco se ha hecho para impulsarlo. Probablemente porque se sigue pensando que lo puede hacer el Estado a través de más gasto público, más subvenciones y más desgravaciones fiscales».

Y concluye:

Como no ha habido reformas, el ajuste será ahora más intenso y doloroso. Sacrificar la economía al buenismo político; pensar que el superávit fiscal era permanente, estructural, y no meramente cíclico, producto de una recaudación extraordinaria, que podía gastarse alegremente en promesas electorales y populistas disfrazadas de conquistas sociales; erosionar la unidad de mercado por pura aritmética electoral y reducir el atractivo internacional de España con una política exterior populista son errores políticos que ahora pasarán una costosa factura.

No es el momento de pedir responsabilidades, pero tampoco podemos ignorar el pasado inmediato. Sobre todo porque desde el Gobierno se intenta esquivar el bulto aludiendo a la inevitabilidad de la crisis. Era previsible, lo venían diciendo todos los expertos y organismos internacionales. No es verdad que no se pueda hacer nada. Hay limitaciones, como siempre, pero hay políticas que aliviarán el sufrimiento y mejorarán la capacidad de recuperación. El problema es que el presidente está demasiado confundido, y el Ejecutivo socialista demasiado dividido, como para conocerlas y aplicarlas. Y que sigue empeñado en aislar al PP en vez de convocarle a un gran pacto de Estado.

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