Y después de la fiesta… recesión

Y después de la fiesta... recesión

(PD).- La recesión española. Atenazada por un agonizante empeoramiento de la situación económica, Madrid corre el riesgo de perder muchas de las ganancias que obtuvo con relación a sus países vecinos en la década transcurrida desde el cambio de la peseta por el euro.

Cuenta Víctor Mallet en Financial Times que cuando un importante club de fútbol en un país tan fanático por este deporte como España no paga a sus jugadores, hay que ponerse alerta de que hay algo que no funciona en una de las economías europeas más exitosas. Éste es el caso de David Villa, jugador del Valencia cuyo último sueldo le ha sido impagado de manera indefinida debido al importante endeudamiento del club. Él es solamente una más de las cada vez más numerosas víctimas de la actual recesión que está a punto de convertirse en la más aguda de Europa.

Los estragos están empezando a hacerse evidentes en la tradicionalmente complaciente sociedad española. Los residentes africanos y vendedores callejeros se manifestaron dos veces la semana pasada en el distrito madrileño de Lavapiés en protesta por el supuesto racismo y las batidas policiales. Después se hizo público que la policía de la capital había recibido instrucciones para que detuviera semanalmente un número determinado de inmigrantes ilegales; en Andalucía, miles de inmigrantes sin comida pretenden, en vano, trabajar en la recogida de aceituna, tarea que ya han asumido los españoles.

Las grúas están paradas en obras a medio terminar tanto en la costa como en las inmediaciones de las grandes ciudades. Muchos pequeños comercios del centro de Madrid han cerrado. Un constructor arruinado por la crisis económica fue detenido acusado de haber perpetrado cinco atracos; otro amenazó con prenderse fuego si un ayuntamiento no le pagaba los 450.000 euros que le adeudaba.

Teóricamente, España podría reemplazar su perdida actividad del sector inmobiliario con un aumento de la producción en otros sectores. Es una de las economías más abiertas del mundo y sus empresas están de moda. Las energías renovables, infraestructuras y sector financiero han sido activos exportadores e inversores en el extranjero. Pero otras economías no están en condiciones de aprovecharlo al máximo.

La industria de automoción española, que significa un quinto de las exportaciones del país y un 6% del PIB, sufre un colapso en la demanda tanto doméstica como exterior. El turismo, negocio que representa 50 mil millones de euros, tuvo una caída de visitantes de un 3% el año pasado, primer declive interanual desde que se instauró el actual patrón de medida en 1997.

Medidas ineficaces

José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente socialista, ha tomado el mismo camino que otros líderes mundiales que se han visto golpeados por la crisis y anunció un aluvión de planes estatales de gasto intentando frenar la subida del paro y evitar una prolongada depresión. Miguel Sebastián, su ministro de Industria, flirteó con el proteccionismo –aunque negó este extremo– promocionando una campaña de ‘compre productos españoles’.

No obstante, no existe la certeza de que la adopción de medidas de gasto produzcan el efecto deseado. Lo que es cierto es que el margen gubernamental de maniobra fiscal , con un proyectado déficit presupuestario que ya es el doble del techo permitido por la UE del 3% del PIB, está severamente limitado. Aunque la deuda pública acumulada sigue siendo relativamente modesta, el deterioro de las finanzas públicas hizo que Standard & Poors quitara a España el mes pasado la clasificación de triple ‘A’.

Mejorar la competitividad

En crisis anteriores, España sencillamente devaluaba su peseta para mejorar la competitividad de las exportaciones y hacer atractivas las inversiones, pero una devaluación unilateral ya no es una opción para un miembro de la eurozona acogido a la moneda única. Casi todos los ejecutivos, economistas ortodoxos y políticos de derechas están de acuerdo en que la única manera que tiene España para salir de la crisis es mejorando su competitividad mediante la adopción de reformas estructurales.

Y eso, generalmente, se traduce en que los trabajadores puedan ser despedidos y contratados de manera más fácil y más barata y que los salarios puedan ser establecidos por las empresas más que por el conjunto de industrias.

Miguel Ángel Frenández Ordóñez, gobernador del Banco Central, entró en este debate la semana pasada, haciendo un llamamiento al gobierno para que emprenda reformas laborales como medidas ‘más importantes’ para frenar el paro. No hay indicios de que Zapatero se embarque en tan drástico programa pero, aunque lo hiciera, tardaría en impactar. Mientras tanto, el final de la bonanza española deja abierta la cuestión de si todo podría volver a empezar cuando concluya la crisis mundial. La construcción era una parte tan importante del crecimiento que, según los economistas, su recuperación, inevitablemente, tendrá que ser lenta.

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