LA FALTA DE EXPERIENCIA SUELE SER FUENTE HABITUAL DE ERRORES

Nueve errores habituales de los nuevos empresarios

Los nuevos empresarios tienden a pensar que sus productos son tan novedosos, tan revolucionarios, que pueden confiar en el boca a boca y en una pequeña campaña personal de relaciones públicas para promocionarlos

Nueve errores habituales de los nuevos empresarios
Empresarios, pymes. EP.

La falta de experiencia suele ser fuente habitual de errores. El proceso de creación y puesta en marcha de una empresa no es una excepción. El problema es que esas equivocaciones explican más de la mitad de los fracasos de los nuevos proyectos empresariales. Aprender de la experiencia de los demás es una buena forma de adquirir esos conocimientos para evitar que nuestra idea empresarial se vaya al traste. Para ayudarnos en este sentido, Jayson Demers, fundador y presidente ejecutivo de AudienceBloom, una empresa estadounidense especializada en marketing de contenidos y en las redes sociales, identifica las nueve cosas que todo nuevo emprendedor debe evitar si quiere que su empresa salga adelante.

La primera de ellas es no gastar el dinero suficiente, o gastar demasiado. El dinero, de hecho, debería ser una de las principales preocupaciones de todo nuevo empresario. Para ello hay que tener en cuenta que los ingresos al principio del proyecto muy probablemente serán casi nulos. Por ello, ingresar dinero y ahorrar deberían ser dos aspectos prioritarios sobre todo lo demás.

No se trata, sin embargo, ni de tener que gastar dinero para poder hacer dinero, ni de limitarse a lo estrictamente imprescindible hasta que haya unos ingresos decentes, porque ambas actitudes pueden conducir al fracaso. Se trata de gestionar los recursos de forma inteligente, pero sin temor a invertir en buenos profesionales y en productos de calidad, porque esas inversiones resultarán muy buenas a largo plazo.

El segundo error es pensar que uno carece de competidores directos, o que su producto o servicio está tan por encima de los de sus rivales que constituye una categoría por sí mismo. Lo cierto, sin embargo, es que resulta muy extraño no tener competidores directos. A menos que uno haya inventado un producto completamente nuevo, siempre habrá alguien que ya tenga una cuota de mercado en su nicho. Por eso es recomendable averiguar cuáles son esas empresas y como se puede diferenciar el negocio propio de esa competencia.

Después viene el de las decisiones dolorosas y miopes, esto es, si las cosas no van bien decidir realizar despidos simplemente sobre la base de los costes. Este tipo de error está muy relacionado con el primero. El problema de esta estrategia es que se acaba pagando muy cara a largo plazo. Y es que los empleados, o los colaboradores y consultores externos, de bajo coste lo son por una razón: muy probablemente carecen de experiencia, no están cualificados o no son fiables (o las tres cosas a la vez).

En cuarto lugar está el no establecer objetivos factibles. Los nuevos empresarios suelen estar muy cegados por su gran idea de negocios que trabajan sin un plan sólido. Pero para tener éxito hay que establecer una serie de metas que puedan alcanzarse realmente, tanto a corto plazo como a largo. No basta con decir «voy a ganar un millón este año»; hay que establecer objetivos razonables y determinar cuáles son los pasos específicos que hay que dar para alcanzarlos.

Entre los errores habituales también se encuentra el de no pensar en el marketing. Los nuevos empresarios tienden a pensar que sus productos son tan novedosos, tan revolucionarios, que pueden confiar en el boca a boca y en una pequeña campaña personal de relaciones públicas para promocionarlos. La realidad es que muchas nuevas empresas necesitan invertir mucho en marketing, sobre todo las startups. Eso incluye el posicionamiento en buscadores, el marketing de contenidos, las relaciones públicas y los anuncios de pago. En este sentido, conviene echar un vistazo a dónde invierten sus competidores sus recursos para marketing y preguntarse, a continuación, como puede competir con ellos y diferenciarse.

Tener unos márgenes empresariales muy pequeños es otro de los errores más frecuentes. Contar con un buen margen de beneficios es crítico para el éxito de la empresa. Si se fija muy bajo en los comienzos hará que las cosas sean mucho más difíciles en el futuro porque los clientes no querrán pagar más cuando usted necesite subir los precios más tarde. En este sentido es aconsejable observar los costes operativos y de producción y determinar cuál es su grado de flexibilidad, esto es, si puede reducirlos en el futuro en caso de resultar necesario.

Pensar que uno puede hacerlo todo por sí mismo y que nadie puede hacer el trabajo tan bien como el nuevo emprendedor es el séptimo error habitual. El empresario conoce su producto o servicio a la perfección y es el único que de verdad tiene la pasión de que el negocio tenga éxito. Pero también puede ser la fuente del fracaso. Tener consigo a alguien con conocimientos o con experiencia puede proporcionar esa perspectiva objetiva tan necesaria de la empresa y del mercado.

Verse inmovilizado por el temor al fracaso es el octavo error. Empezar un nuevo negocio puede asustar y, desde luego, no es algo para los caracteres débiles. Es compresible que uno pueda sentir temor al fracaso y al rechazo, pero permitir que ese miedo le atenace a uno puede provocar que el proyecto descarrile. Un gran paso adelante es identificar los temores más habituales porque le mostrarán que otros han pasado por lo mismo que usted pero, a pesar de ello, han salido adelante y triunfado.

El último error consiste en anteponer su producto o servicio a las personas. Al determinar el modelo de negocio es muy importante tener en mente que lo primero es el cliente. Muchos nuevos empresarios están tan preocupados por hacer dinero que se olvidan de que la clave para tener una empresa duradera es contar con clientes fieles y satisfechos que seguirán comprando a lo largo del tiempo.

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Autor

Emilio González

Emilio González, profesor de economía española, europea y mundial en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Autónoma de Madrid.

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