Da miedo. No sólo porque carecemos de precedentes a los que remitirnos, a la búsqueda de soluciones, sino porque no afecta a un sector o a una parte del entramado económico.
España enfrenta una crisis sin precedentes por la velocidad con la que sus efectos se han trasladado a la economía real.
Lo hace, además, con un impacto histórico en algunos de sus pilares económicos sobre los que ha sostenido buena parte de sus fortalezas en las últimas décadas.
El turismo es el máximo exponente. Automoción, construcción, transporte y comercio son víctimas igualmente de la incertidumbre en torno a su futuro más próximo, pero también a largo plazo, por las restricciones sanitarias y las estrecheces presupuestarias.
Todo ello, como subraya Javier Mesones en ‘El Economista’ este 16 de mayo de 2020 desemboca en una pregunta de compleja respuesta: ‘¿Tiene España capacidad para que otros sectores asuman el protagonismo y contrarresten el golpe de esta crisis en su Producto Interior Bruto (PIB) y en el empleo?’
A raíz de la crisis por el Covid-19, el Gobierno ha actualizado sus previsiones macroeconómicas. Estima un desplome del PIB del 9,2% para 2020, en lo que supone la mayor caída en España desde la Guerra Civil, con una remontada parcial en 2021 del 6,8%. Asimismo, la proyección oficial es que la tasa de paro subirá hasta el 19% este año, casi cinco puntos, mientras que en el próximo ejercicio registrará una moderada desaceleración hasta el 17,2%. Estos datos colocan a España entre los países más afectados del mundo.
El peso de la industria en el PIB español se situó en 2018 en el 16%, frente al 18,7% que representaba en el año 2000
Mitigar la dependencia del turismo y del ladrillo y apostar por la industrialización de España. Esta ha sido una estrategia de intenciones reiterada por los últimos gobiernos. Los datos demuestran que ninguno ha sido capaz de implementarla efectivamente, en un contexto en el que los elevados costes energéticos minan la capacidad competitiva del país.
El peso de la industria en el PIB español se situó en 2018 en el 16%, frente al 18,7% que representaba en el año 2000, según el último Barómetro Industrial 2019 elaborado por el Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial (COGITI) y el Consejo General de Economistas (CGE). Una tendencia, por tanto, negativa, en un contexto en el que la recomendación de la Comisión Europea es que el sector industrial alcance el 20% de la economía de los países comunitarios en 2020.
Oportunidades globales
El comercio, por su parte, acapara alrededor del 13% del PIB y emplea a 3,2 millones de personas (el 17%). Se sitúa por delante del turismo, con el 12,3% y 12,7% (2,6 millones de puestos de trabajo), la automoción, con el 10% de la economía y 300.000 trabajadores directos, y la construcción el 5,6% y 1,2 millones de empleados. Estos cuatro sectores abarcan, por tanto, más del 40% del PIB y más de siete millones de puestos de trabajo, con un protagonismo significativo también en las exportaciones, que han sufrido fuertes caídas en las últimas semanas, si bien en este punto consideran que su evolución será más positiva y más rápida, al depender de otras economías como las de Alemania y Francia.
Con la mirada en la evolución de la pandemia y en el hallazgo de una vacuna, recuperar el tejido productivo con la mayor celeridad, y en consecuencia, cientos de miles de puestos de trabajo, es la prioridad que señalan todos los expertos consultados para amortiguar al máximo los efectos de esta crisis. Retomar los niveles que había solo hace unos meses, no obstante, llevará, a su juicio, aún varios años.
El turismo, la industria más impactada por esta crisis, deberá contar con un papel primordial en la recuperación económica
La velocidad con que las empresas actúen es, para Pedro Nueno, profesor del IESE, una de las claves. En un contexto en el que la globalización de la crisis ofrecerá oportunidades, «los empresarios que más corran se van a llevar más mercados», apunta. A su favor respecto a crisis pasadas como la de 2008 es que España hoy cuenta con una situación competitiva mucho mejor. «A diferencia de la anterior crisis en la que los bancos estaban hiperendeudados, ahora están en buena forma, lo que facilita que se pueda correr más en este nuevo lanzamiento de las empresas», subraya Nueno, quien rechaza en todo caso que «tengan que hiperendeudarse»
Coinciden los expertos en que el turismo, la industria más impactada por esta crisis, deberá contar con un papel primordial en la recuperación económica. Desde que se declarara el estado de alarma en España el pasado 14 de marzo, la producción turística se ha paralizado hasta alcanzar niveles cero, con el añadido de que los servicios no son almacenables -una habitación o un asiento en un avión que no se venden son pérdidas irrecuperables-. Sus efectos sobre el PIB, además, se multiplican hasta el entorno del 35% si se atiende al consumo de otros bienes y servicios que realizan los turistas (en 2019 viajaron a España 83,7 millones de extranjeros).
«La alimentación, telecomunicaciones y tecnología, productos farmacéuticos o salud, entre otros, pueden compensar en cierto modo este impacto en el corto plazo»
Para Ignacio Rel, socio responsable del área de Consultoría de EY, «puede resultar complicado poder compensar el peso del turismo por otros sectores que pueden ser más resilientes en esta crisis al no verse tan impactados por las medidas de distanciamiento social hasta la aparición de una vacuna». «Sectores como la alimentación, telecomunicaciones y tecnología, productos farmacéuticos o salud, entre otros, pueden compensar en cierto modo este impacto en el corto plazo. No obstante, el turismo debe ser una de las prioridades de España, dado el peso que tiene en nuestra economía y teniendo por delante la temporada de verano que se aproxima», asegura.
Juan Molas, presidente de la Mesa del Turismo, defiende que el turismo ha de considerarse como «una empresa de la que todos los españoles somos accionistas». Por ello, demanda al Gobierno que permita la reactivación de la actividad cuanto antes en un momento en el que se encara el verano, pico de demanda del sector, para «al menos amortiguar las pérdidas que llevamos acumuladas».
«Si no arranca hasta mediados de junio se habrán perdido 45.000 millones de euros, si se retrasa a agosto serán 80.000 millones y si es hasta final de año serán 120.000 millones que ya no aportarán a las arcas del Estado, el doble que el rescate bancario de la última crisis financiera», advierte. En términos fiscales, el turismo reporta unos 24.000 millones de euros a Hacienda al año. Y aunque las empresas turísticas cuentan con «sólidas fortalezas» económicas y financieras, «no podrán aguantar muchos meses» si se prolonga la parálisis actual.
Recuperar la seguridad
«Es importante reforzar el concepto de país seguro para el turismo», sostiene Rel, para quien sería «necesario que los gobiernos alcanzaran acuerdos para abrir las fronteras con aquellos países que no representen una amenaza desde el punto de vista de salud». Bruselas ya se ha posicionado a favor de esta reapertura. El Gobierno, por el momento, inició ayer la obligación de una cuarentena de 14 días para quienes viajen a España.
Miguel Cardoso, de BBVA Research, considera que si bien «se va a dar un ajuste relativamente importante en sectores de servicios, de consumo social, en principio va a ser relativamente temporal y, desde nuestra perspectiva, va a haber algún tipo de normalización a un año, año y medio vista», una vez llegue la vacuna.
A su juicio, «la estructura productiva de la economía española se va a mantener y en 3-5 años vista habrá una recuperación bastante fuerte en la hostelería y el turismo», de manera que si la situación actual «es temporal no debería haber muchos cambios a medio y largo plazo».
«En la medida que se mantenga en el tiempo vamos a ir viendo cambios en la forma de producción y en la forma de consumir»
Ahora bien, «en la medida que se mantenga en el tiempo vamos a ir viendo cambios en la forma de producción y en la forma de consumir que van a determinar qué sectores van a ser los que más se van a beneficiar». De hecho, ya se observan algunos orientados a un uso creciente de los gastos de tarjeta con «una mayor preferencia por servicios a través de medios digitales», lo que generará «más trabajo para servicios de transporte».
Para Cardoso, esta crisis puede provocar que haya un mayor consumo en los hogares, en ámbitos como el entretenimiento y la alimentación. En este contexto, observa oportunidades para «la industria de bienes de equipo, de consumo duradero, relacionados con el entretenimiento doméstico y con la producción de comida en el hogar; van a tener un crecimiento relativamente importante».
Colaboración público-privada
En opinión de Cardoso, cabe esperar, además, que el sector público crezca en los próximos años para hacer frente «a las necesidades de nuevas infraestructuras en servicios de salud para mejorar la capacidad y responder a este tipo de pandemias». Julián Núñez, presidente de Seopan, apunta en este sentido que las necesidades de inversión en infraestructuras prioritarias en el marco de la Agenda 2030 ascienden a 157.000 millones, son 54.000 millones que el último reporte de la patronal de la construcción de marzo pasado cuando estimó 103.000 millones. En este incremento se incluyen partidas para infraestructuras sanitarias, de residencias y de eficiencia energética.
Para acometer estos trabajos y fomentar el desarrollo del sector de la construcción, Núñez tiene claro que las estrecheces presupuestarias obligan a implantar modelos de colaboración público-privada, máxime cuando las políticas defendidas por el Gobierno se dirigen hacia una movilidad sostenible con la obra pública en un segundo plano.
«Desarrollar una industria alternativa no se consigue en un corto periodo de tiempo»
Cardoso incide en que el deterioro del turismo impacta igualmente en la construcción por los hoteles y por la demanda de vivienda por extranjeros, que «no va a existir en el próximo año y medio». Pedro Aznar, profesor del departamento de Economía y Finanzas de Esade, explica que la «intensa» caída que va a sufrir el turismo este año genera «un exceso de capacidad que puede llevar a guerras de precios o al cierre de hoteles porque no sean rentables». Avisa, además, del impacto «muy diferente según la localización geográfica; en Baleares, Canarias y algunas zonas de Andalucía el peso es mucho mayor».
En este punto, advierte de esa incidencia en estos territorios porque «desarrollar una industria alternativa no se consigue en un corto periodo de tiempo».
«Una característica que comparten el turismo y la construcción es que son sectores muy intensivos en mano de obra»
Aznar sostiene que «una característica que comparten el turismo y la construcción es que son sectores muy intensivos en mano de obra». «Aunque otras industrias las compensaran en el PIB, no se daría en el empleo, porque el sector que crece no tendría posiblemente esa elasticidad». Apunta al sector industrial, el manufacturero, el químico y los vinculados al producto final agrícola como fortalezas. «Van a funcionar bien», dice. Eso sí, admite que habrá una compensación «parcial» en términos de PIB, pero será más lenta en empleo.
Cardoso estima, en todo caso, que hasta 2022 como pronto la economía española no retomará el nivel de 2019 y augura una compleja transición de trabajadores de estos sectores (turismo y construcción) a otros en la que «no todos van a tener la formación o los recursos para hacerlo».
El riesgo de la automoción
También la automoción, un sector que genera el 19% de las exportaciones de España, está en riesgo, como lo demuestran las amenazas de deslocalizaciones de las plantas de Nissan y Renault de los últimos días. Aznar atisba dificultades para esta industria, «muy correlacionada con la economía».