La institución financiera, que preside Christine Lagarde, tiene la norma interna tradicional de no adquirir emisiones de deuda con vencimientos superiores a 30 años por protección de peligros de su balance.
La deuda perpetua son títulos sin vencimiento ni obligación de reembolso y el emisor cuando quiera brindando, la puede amortizar, eso sí, con unos intereses superiores a los de mercado para atraer inversores. Una solución que el socialismo sintió tener en las manos, pero que no consultó con el Banco de España, que le hubiese recordado que no es posible con el BCE.
El tropezón de los socialistas y comunistas del gobierno de España se suma a la osada propuesta que lanzó a la canciller alemana, Angela Merkel, de unos coronabonos sin más.
Con la deuda perpetua descartada, la Comisión Europea prefiere ver emisiones a plazos largos.
Dudas europeas
Al igual que el BCE, Alemania y Países Bajos no se opone a que Bruselas emita bonos, pero sí a que esta deuda carezca de vencimientos. «Que la Comisión tenga deuda hasta la eternidad es un fenómeno extraño, no es el papel de la Comisión», dicen fuentes holandesas, que se remiten al carácter «tecnocrático» del Ejecutivo comunitario y defiende que sólo los Estados miembros pueden emitir este tipo de deuda.
España sigue defendiendo la importancia de poner en marcha un mecanismo que permita inversiones masivas y cuyo gasto «no se traslade a las deudas nacionales de forma insostenible», destacan fuentes diplomáticas. Para ello es necesario un «instrumento con potencia de subvención», aunque los préstamos tienen «otra dinámica de endeudamiento que también puede ser de interés».