En virtud de la caída de los mercados el jueves pasado, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), Jay Powell, ha manifestado el compromiso por parte de dicha entidad para hacer frente a la crisis que está experimentando el mundo corporativo con el lanzamiento del “Programa de compra de Bonos Corporativos”.
Con sus dichos, Powell ha logrado generar cierta tranquilidad en los mercados financieros. Al menos hasta ahora.
La realidad es que la semana pasada los mercados estuvieron al borde de un colapso e hizo falta la intervención de la Fed para poner un piso y frenar las caídas. Está claro que hasta que no hayamos transitado el Covid-19 una política de laissez faire no parece viable.
Para llevar adelante la compra de bonos corporativos, la Fed creará un índice y ha establecido un criterio de elegibilidad, que deberá ser respetado a la hora de incorporar bonos corporativos en la cartera de la Fed.
A corto plazo estas medidas darán cierta estabilidad a los mercados, pero no sabemos cuál ni cuándo será el próximo disparador que origine un colapso.
El problema de las medidas paliativas es que, son temporales y no hacen más que dilatar ciertos acontecimientos inevitables.
Mientras dure la pandemia, la Fed seguirá dotándose de estas facultades extraordinarias para salir a comprar bonos corporativos y tratando de sostener un piso -aunque ficticio- en los mercados.
La misma excepcionalidad de esta situación deja en evidencia que estas medidas no pueden durar para siempre.
Por eso la pregunta que debe hacerse el inversor es, con qué escenario nos vamos a encontrar cuando acabe la pandemia.
A priori podemos pensar que dentro del mundo corporativo, las empresas se encontrarán más endeudadas y con balances altamente apalancados, lo que implicará que a la larga las empresas tengan más dificultades para afrontar lo que viene.