El pesimismo cotiza al alza en la España de Sánchez.
Después de cinco trimestres en los que la economía española parecía irse recuperando lentamente del tremendo golpe infligido por la pandemia, llega un nuevo frenazo a partir del otoño.
Las señales que llegan no son buenas.
Los meses fríos se acercan poco a poco a una Europa que lucha por obtener reservas de gas suficientes para superar el invierno.
El escaso flujo que llega desde Rusia ha disparado los precios de gas, hasta niveles diecisiete veces superiores a lo normal.
La posibilidad de un racionamiento energético en Europa está sobre la mesa.
Y a eso se suma una inflación por encima del 10 por ciento, mucho paro y subida de hipotecas.
El Gobierno Sánchez no parece saber qué hacer y se limita a a adoptar medidas cosméticas o a aprobar, viña decreto ley, nuevas ocurrencias.
El invierno más incierto para los españoles desde hace 40 años, se acerca.
Los precios suben como la espuma, los salarios se estancan, el poder adquisitivo de las familias se deteriora.
Esta conjunción de turbulencias hace que muchos analistas vaticinen una recesión en la segunda mitad de 2023, justo el año en que por fin los españoles serán convocados a las urnas para decir si quieren que Sánchez y sus compinches sigan en el Gobierno o se marchen a casa.