LA MONCLOA BUSCA CORTAR LAZOS EN MEDIO DE LA POLÉMICA

Pedro Sánchez maniobra para distanciarse del comisionista Pepiño Blanco en plena tormenta de ‘lobbies’ políticos

El Gobierno intenta desmarcarse del exministro José Blanco mientras crecen las sospechas sobre la influencia de su consultora Acento y el auge del negocio de los expolíticos

Pepiño Blanco (PSOE)
Pepiño Blanco (PSOE). PD

Se han pringado todos.

Desde el principio.

Y algunos son multimillonarios, como Bono, Zapatero o el omnipresente Pepiño Blanco.

Y todos como comisionistas bien conectados con el PSOE, el Gobierno in situ y los poderosos.

En estos días, Pedro Sánchez ha ordenado a su equipo en La Moncloa poner tierra de por medio respecto a José Blanco –popularmente conocido como Pepiño–.

El movimiento no es baladí: la figura del exministro socialista se ha convertido en un lastre incómodo justo cuando arrecian las críticas al papel de los lobbies en la política española.

El Ejecutivo, que niega cualquier influencia actual de Blanco sobre las decisiones del Gobierno, intenta desligarse mediáticamente de quien fuera uno de los arquitectos del PSOE moderno y hoy es referente en el pujante negocio de la consultoría política y empresarial.

La maniobra llega tras semanas en que el nombre de Acento, la consultora impulsada por Blanco, aparece una y otra vez vinculado a iniciativas legislativas y movimientos parlamentarios supuestamente favorables a intereses privados.

Como si se tratara de una partida de ajedrez, Sánchez mueve ficha para evitar que le salpique un escándalo que mezcla viejos compañeros de partido, puertas giratorias y millones en juego.

El auge del negocio: Acento, Montoro y la estela de los expolíticos

El caso Acento no es único, aunque sí paradigmático. La consultora, fundada por el propio Blanco junto a otros exdirigentes socialistas como Antonio Hernando y Óscar López, ha experimentado un crecimiento vertiginoso: en el último ejercicio, sus ventas aumentaron un 22%, superando los 9,5 millones de euros y con beneficios que rozan los dos millones. Una cifra nada desdeñable para una empresa que hace apenas un lustro era prácticamente desconocida fuera de los círculos políticos y empresariales.

Este ascenso recuerda inevitablemente al camino recorrido por Cristóbal Montoro, exministro del PP, con su despacho Equipo Económico. Montoro abrió senda para que políticos retirados –de ambos grandes partidos– convirtieran su agenda y conocimiento institucional en un negocio altamente rentable. La fórmula funciona: influencia, contactos y capacidad para anticipar o incluso condicionar cambios normativos.

No es casualidad que bajo el paraguas de Acento hayan pasado figuras como Hernando y López –hoy en puestos clave dentro del PSOE– o que otras consultoras vinculadas a José Bono o José Luis Rodríguez Zapatero sigan una lógica similar. El trasvase entre política y empresa se ha normalizado hasta el punto de que hablar de “lobby” ya no provoca rubor… salvo cuando estalla la polémica.

Cambios normativos bajo sospecha: presión e influencia

Uno de los elementos más controvertidos es cómo estas consultoras ejercen presión sobre el Gobierno y las Cortes para favorecer a sus clientes. Según diversas crónicas parlamentarias, Acento ha estado detrás de propuestas legislativas o modificaciones normativas que han terminado beneficiando intereses concretos. No es un secreto: el propio José Luis Ábalos, exministro socialista, llegó a atribuir públicamente a Blanco el fichaje clave de una alta directiva (Isabel Pardo de Vera) para Transportes, lo que incrementó las sospechas sobre la supuesta red de influencia tejida desde la sombra.

El Ejecutivo lo niega todo. Desde Moncloa insisten en que José Blanco no tiene ningún papel ni capacidad real para condicionar decisiones del actual Gobierno. Sin embargo, el cruce constante entre cargos públicos y privados, sumado al volumen creciente del negocio consultor, alimenta el debate sobre la ética y los límites de las llamadas “puertas giratorias”.

¿Qué tienen en común Montoro, Bono, Zapatero… y Blanco?

La respuesta es sencilla: todos han capitalizado su experiencia política para construir negocios personales al calor del poder. Las similitudes entre Acento (Blanco), Equipo Económico (Montoro) o las consultoras promovidas por Bono o Zapatero son notables:

  • Explotan contactos forjados durante años en las altas esferas.
  • Ofrecen asesoramiento estratégico a grandes empresas (muchas con intereses regulados).
  • Registran cifras millonarias en facturación y beneficios.
  • Cuentan con antiguos altos cargos entre sus socios o empleados.

En este tablero híbrido donde se cruzan intereses públicos y privados, cada movimiento está milimétricamente calculado. No hay nada ilegal per se; sin embargo, el debate público crece cuando las fronteras entre “consejo” e “influencia” se difuminan.

El contexto político: desgaste para Sánchez

La operación para desligarse ahora de Pepiño llega cuando el Gobierno atraviesa uno de sus momentos más frágiles del mandato. El clima político está marcado por acusaciones cruzadas entre partidos sobre corrupción, falta de transparencia e instrumentalización partidista de las instituciones. La percepción social sobre la corrupción sigue siendo elevada; distintos informes internacionales reflejan un deterioro progresivo en los indicadores españoles durante los últimos años.

Mientras tanto, la oposición aprovecha cualquier resquicio para cargar contra el Ejecutivo por supuestas redes clientelares o trato preferente a amigos del partido. La imagen pública queda tocada cada vez que sale a la luz un nuevo contrato millonario o una llamada revolving door entre Moncloa y alguna consultora afín.

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