Cambios, cambios, cambios. Madrid está en obras. Tras el anuncio de que Sol y sus alrededores serán peatonales, el Ayuntamiento de Madrid confirma que en los próximos meses estudiará el soterramiento de la Gran Vía. Tal y como explicó este miércoles la delegada del área de Obras y Equipamientos, Paloma García Romero, el Consistorio convocará un «concurso público y abierto» para analizar la viabilidad técnica y económica de la emblemática calle, según recoge el autor original de este artículo Belén Sarriá en 20minutos y comparte Francisco Lorenson para Periodista Digital.
Con ello cumplirían con el acuerdo firmado con Vox por el que el piden al PP transformar al mayor punto turístico y comercial en «una vía de circulación alternativa y aparcamiento subterráneo», dicta el punto 44 del pacto entre ambos partidos.
Pero, ¿es posible soterrar la Gran Vía? «En infraestructuras todo es factible, es cuestion de tiempo y dinero», explica el vicedecano del Colegio de Caminos de Madrid, Rafael Magro. «No sé si es viable o no pero, en caso de que lo fuera, sería un proyecto grandísimo porque la Gran Vía nació con la idea de unir Alcalá con la carretera de La Coruña y ahora son otras las necesidades de esa calle», apunta.
No descarta que bajo ese tramo de tierra pudieran econtrarse restos arquitecnónicos árabes o del año 1900. Y expone que sería «de las pocas calles del mundo tan largas y peatonales». Pero insiste en la necesidad de estudiar su viabilidad. «El Ayuntamiento de Madrid ha convocado con gran criterio el estudio porque es una fase que debrían tener todos los proyectos», señala como portavoz del Colegio de Caminos de Madrid .
El decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid (Coiim), César Franco asegura que la solución no está en realizar un concurso estándar que desglose las cifras que conllevaría trasladar todo el tráfico al subterráneo. «Habría que convocar un concurso de ideas para ver qué otras opciones hay antes de ponerle un precio al soterramiento del 100% de la Gran Vía», opina César Franco. Por ejemplo, «bajar solo dos carriles» o «instalar un túnel como salida rápida desde Madrid hacia la M-30», explica.
Desde el gobierno municipal son «conscientes de las dificultades técnicas que supondría el informe», pero confirman que «no tienen problema en estudiarlo». Sin embargo, mientras el coste económico de un dossier de estas características es muy elevado –el Ayuntamiento no ha detallado la cifra aproximada–, el del concurso de ideas es muy reducido, según el experto en Ingeniería.
Otra pieza fundamental que César Franco echa el falta en el proyecto es la participación ciudadana. «Debe contar con el apoyo de los comerciantes y de los vecinos», asegura. El presidente de la Confederación Empresarial de Madrid (CEIM), Miguel Garrido de la Cierva está de acuerdo. Siempre y cuando el proyecto sea «consultado y no ejecutado», como les ocurrió con Madrid Central en la etapa de Carmena, apoyará el estudio. «Madrid tiene que aspirar a ser una ciudad moderna y vanguardista», explica.
Para la CEIM cualquier proyecto ambicioso para el futuro de la ciudad es digno de estudio, siempre y cuando «se evalúen sus costes» y «se hable con los afectados». Porque las obras de infraestructuras pueden resultar positivas para los comerciantes, como ocurrió con la M-30, las obras de la calle Serrano o la peatonalización de Preciados, apunta Garrido. La Plataforma de afectados por Madrid Central también está «abierta a que se estudie, explore y trabaje en aquellos proyectos que puedan aportar nuevos puntos de vista en la capital española», sostiene el portavoz Pascual Medel.
En cambio Más Madrid considera «un despropósito» soterrar la Gran Vía. No se muestran sorprendidos «visto que el mismo día que el alcalde prometió peatonalizar la puerta del Sol, dijo que quería abrir el centro para que entren más coches», asegura su concejal José Manuel Calvo. Aunque creen con seguridad que el gobierno «va a arrancar con esos estudios» y que «es posible incluso que se plantee el soterramiento». Por eso el grupo municipal Más Madrid intentará que «se imponga la racionalidad», sostiene.
