La huelga general del 29 de septiembre es atípica no sólo porque es la primera de la democracia en la que se consiguen pactar unos servicios mínimos en el transporte, sino también porque es la primera vez que una convocatoria de este tipo se prepara con más de tres meses de antelación.
El 15 de junio fue cuando las comisiones ejecutivas confederales de CCOO y UGT decidieron llamar a los casi 15,5 millones de trabajadores asalariados que hay en España a no acudir a su puesto de trabajo a finales de septiembre y, a partir de entonces, iniciaron una campaña que habrá durado hasta el próximo miércoles 106 días, con los meses vacacionales de julio y agosto de por medio.
Los secretarios de organización de CCOO y UGT, Antonio del Campo y José Javier Cubillo, respectivamente, explicaron a Efe que el disponer de un periodo tan amplio para preparar una huelga general puede contribuir a que sea un éxito, pero admitieron que también se corre el peligro de que la convocatoria se diluya en el tiempo.
Conscientes de ese peligro, las comisiones de organización de huelga de CCOO y de UGT trazaron un plan de cuatro fases, con un comité de enlace entre ambas comisiones, que se ha encargado de coordinar la campaña de manera unitaria.
Así, a finales de junio, comenzó la fase de «popularización» de la huelga, en la que CCOO y UGT comunicaron sus motivos a los cerca de 250.000 delegados que tienen en las empresas de más de diez trabajadores, para que éstos los trasladaran a los casi 2,5 millones de afiliados cotizantes que suman ambos.
Con ese objetivo, los secretarios generales de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, y UGT, Cándido Méndez, hicieron un recorrido por las diecisiete comunidades autónomas donde participaron en multitud de asambleas con miembros de sus organizaciones.
Después tocó transmitir el mensaje a los no afiliados con una campaña que, según del Campo, se asemeja a otras de tipo político con elementos comunicativos «tradicionales» como octavillas, panfletos, pancartas o caravanas.
No obstante, como ya era agosto, los sindicatos decidieron mantener una campaña «no agresiva» para evitar que «molestase excesivamente» en una época de vacaciones, explicó el dirigente de CCOO.
Por eso, hicieron acciones comunicativas inusuales como repartir propaganda en los mercadillos de las zonas veraniegas o lanzar globos aerostáticos y avionetas en las playas con carteles que animaban a la huelga general.
Cubillo agrega que el hecho de que agosto estuviese en medio hizo que la campaña iniciada en junio y julio se repitiese este último mes de septiembre en «una segunda versión recordatoria».
Del Campo y Cubillo explicaron también que la tramitación en verano de la reforma laboral añadió dificultad a la campaña e hizo que los dirigentes sindicales redujesen sus vacaciones y estuviesen de guardia para posicionarse respecto a los cambios que se introdujeron en la ley.
También en verano CCOO y UGT se pusieron en contacto con organizaciones sindicales de menor representación y con el tejido social organizativo (asociaciones vecinales, ecologistas, ONG, etc.) para convencerles de apoyar la convocatoria de huelga.
Así, llegó septiembre y, tras el acto de conciliación y la declaración formal de huelga, comenzó la penúltima fase en la que se intensificaron las asambleas en las empresas, los encuentros con los medios de comunicación y se negociaron los servicios mínimos.
Para el día de la huelga los sindicatos han convocado más de 110 concentraciones y manifestaciones por toda España que, según del Campo, «serán uno de los medidores del éxito o del fracaso» de la jornada.
En este sentido recordó que muchos trabajadores no podrán secundar el paro por ser parte de los servicios mínimos o por trabajar en negocios familiares, y podrán mostrar en estas concentraciones su rechazo a la reforma laboral.